Adela Tarnawiecki, escultora.
        
       Aunque Venezuela carezca de ciudades monumentales, en las que el arte estatuario tenga el protagonismo público de Madrid o Paris,  no puede decirse que en el desarrollo y evolución de las artes plásticas venezolanas no haya estado bien representada la escultura en todos sus estilos.

      Desde el casi perdido pasado colonial y el renacer de la escultura en la era de Guzmán Blanco, durante la cual  los artistas del volumen eran todos extranjeros, el país ha venido creciendo en la plástica tridimensional de una manera acelerada, especialmente en las décadas recientes, apareciendo en la escena dignos representantes de esta forma de arte milenario.

     En la actualidad el flujo de nuevos artistas no ha cesado sino por el contrario, valores nóveles aparecen continuamente. Una de las personas que se asoman al mundo de la escultura, dentro de lo que podría llamarse el figurativo figurado, es Adela Tarnawiecki.  Sus primeros pasos firmes en el arte, hace ya muchos años, estuvieron en el escenario, pues su interés inicial fue la dirección de teatro que estudió y ejerció en su ciudad natal, la Lima de los Virreyes, y en los Estados Unidos. Pero se vino a Venezuela en el 75 y para el 86 ya estaba asentada en Mérida, ciudad a la que considera como uno de los centros más vitales, humanos e interesantes de su nueva patria, y pueblo andino que siente como el suyo propio.


Adela y obra en taller
La artista en pleno trabajo
alontar@intercable.net.ve

      Y es aquí en Mérida donde encontró su nueva veta de trabajo artístico, primero en las artes del fuego, aprendidas en los talleres de la ULA y de varios maestros que pasaron por la ciudad. Piezas de barro calcinadas al esmalte que fueron derivando en figuras cada vez más alejadas de los cacharros utilitarios, o simplemente hermosos en ruta hacia la figura humana, terminaron por transmutarse en piezas de un bronce que se amolda en las manos de Adela Tarnawiecki a las secretas formas de lo femenino.


Serena
"Serena"
Porque son las mujeres, principalmente, las que trae Adela al metal, algunas en poses reposadas de  gracioso   abandono como  “Serena”,  cuyo  nombre evoca todo  el  contorno  psicológico  de
Ariadna
"Ariadna"
aquella que, en su plena desnudez, abandona todo resquicio de estrés para echarse, como Dios la trajo al mundo, a siestear meditativamente sobre una roca en una apartada orilla. No podría llamarse de otra forma. O en el recogimiento del cuerpo y del alma de una “Ariadna” abandonada de tu Teseo, que tras la promesa de venir por ella se ha ido definitivamente a otros rumbos que lo alejarán para siempre. Pero ella, en esta pose, todavía no lo sabe y su mirada es de esperanza del retorno del amado. O de una “Terpsícore” que haciendo gala de su naturaleza divina de reinar sobre la danza y el vestido, hace una pirueta en difícil equilibrio sobre un pie, que si no es de bronce o hueso vivo, se quebraría sin remedio.

       
   
Para Adela sus lecciones de arte no se han quedado en el contacto con los maestros vivientes, de esos que en persona dan clases en la pizarra o en el taller, sino con aquellos que, habiéndose ido a otros universos hace tiempo ya, dejaron la huella de los inmortales. Los maestros griegos antes de que pusieran su firma en sus obras son de esos, y Don Pablo Picasso también está en esa lista. En homenaje a este gigante, y también para honrar a la mujer que trabaja dura y calladamente sin que se le reconozca su labor tan necesaria, Adela modeló una planchadora, siguiendo los trazos de la célebre pintura del maestro, que terminó bautizada como “Fatiga, u  homenaje a Picasso”.
terps
"Terpsícore"

Homenaje a Picasso
"Fatiga u Homenaje a Picasso"

       El cansancio, la resignación, el calor, el esfuerzo del cuerpo para aplastar las arrugas de la tela, todo ello se enfoca en esta figura de brazos protagonistas y rostro de resignación, recubiertos de suaves pátinas como de antigüedad insondable, tan eterna y clandestina como el oficio doméstico.

       Sin embargo, no solo la mujer, no solo la figura de pequeña escala ve la luz en el taller de Adela Tarnawiecki. En colaboración con su esposo, Miguel Enrique Alonso, quien también es escultor, Adela produjo un monumento a escala real que celebra al gran maestro venezolano don Simón Rodríguez. Sentado plácidamente en una banca de algún parque caraqueño de finales del S. XVIII, don Simón se arrellana rodeado de sus más queridos libros, para aleccionar a dos muchachos que, sentados en el suelo cubiertos apenas por leves ropas que esconden mal sus cuerpos sudados por el juego que acaban de interrumpir, escuchan atentamente sus palabras. No es una lección de la aridez usual, no es una reconvención, es el conocimiento como un cuento para ellos.
Monumento SR
"Monumento a Simón Rodríguez"

      Asentado en plena plaza de la Facultad de Humanidades de la Universidad de los Andes, en Mérida, este monumento se ha convertido desde su instalación en Abril de 2003 en sitio obligado de tertulia y celebración para estudiantes, profesores y visitantes.

    
Una versión distinta de este monumento fue inaugurada en el Núcleo Táchira de la misma Universidad en San Cristóbal, estado Táchira, que incluye además la frágil figura de una niña trabajadora de unos diez años de edad, quien acercándose cautelosa al maestro quiere invitarlo a enseñarle las letras también a ella, porque esta niña, punta de lanza de la otra mitad olvidada del género humano, cuenta también.

Loca LC
"Loca Luz Caraballo"

    
    El drama de la mujer de nuestro medio también pasa por la creación artística de Adela, en su representación de la legendaria Loca Luz Caraballo, eternizada en el poema de don Andrés Eloy Blanco. La pérdida de los hijos, la familia y hasta la razón se plasman en el gesto convulso de las manos que, en recitativo decadente, cuenta los que se le fueron para siempre.

     Adela cuenta con numerosas otras obras que han ido a parar también fuera de Venezuela, como a Colombia, Perú, Alemania y Estados Unidos.

 


      La escultura eescaloness y ha sido siempre, desde los tiempos remotos del cavernícola, un enlace entre lo terreno y lo divino, una ruta hacia la creación deífica de la que, después de todo, somos producto acabado. Todo aquel que explora sus territorios de lo tridimensional está por fuerza inmerso en este camino, y acabará por ser parte íntegra de ella. ¿Qué tan lejos se llega por ahí? No podemos decirlo pues dependerá de lo que lleve por dentro todo aquel que se aventure en sus enredaderas, marañas y vericuetos. Adela se internó en sus laberintos y quien sabe hasta dónde pueda llegar, pero de seguro que no se quedará tan solo en los primeros .