Pittsburgh, 3 de mayo del 2008.
Entre Chicago y
Pittsburgh, en un vagón de la línea férrea Amtrak
me senté al lado de
una mujer
chaparrita. En lo
que me acomodé para ver si dormía después de
más de día
y medio sin poder
hacerlo, ella
se me presentó diciéndome en un inglés muy educado:
Me llamo fulanita
(honestamente no recuerdo el nombre). Yo le respondí soy
Willians,
de Venezuela.
Me di
cuenta desde el principio que quería conversar, estaba siendo
amable. Luego
pensé
adivinar a qué se dedicaba.
Por la forma que hablaba y por lo tanto que le
entendía
pensé que era académica.
En lo que pasó el recolector lo confirmé, le dio
una docena de
tickets, el de
ella y los de sus once estudiantes del último ańo de
high school.
Por ahí
se fue una conversación como de una hora. Es profesora de
matemáticas en
las
afueras de Pittsburgh, tiene tres hijos, dos hembras y un varón,
igual que
esteban
de jesús, y enseña math en cinco niveles.
Entonces me dediqué a
explorar las diferencias y distancias entre la educación
de matemáticas
en los Estados Unidos y en Venezuela. Aquí en los Estados
Unidos
los
estudiantes de bachillerato ven cálculo, no todos, y si quieren
lo profundizan en la
universidad
y en algunos casos hasta les pueden dar equivalencia. Por supuesto
que
aprenden álgebra, trigonometría y funciones, junto
antes de darse con el cálculo.
Estamos hablando de liceos públicos. El grupo que la
acompañaba era de los
más sobresalientes, más allá de las
matemáticas.
Porque muestran liderazgo,
porque son muy sociables, porque son sensibles a
la música o a la literatura,
and so on.
En fin, ella forma parte
de una asociación de profesores que hacen esta actividad
muchas veces con
su dinero cuando no lo pueden "levantar". Me enteré esta
mañana
que eso es muy común en los Estados Unidos, prácticamente
generalizado.
Me quedé pensando en mis "extudiantes".
Alguna vez viajé con ellos al exterior,
muchas veces a Caracas, a la
biblioteca del IVIC.
Pensé en mis estudiantes de física general.
La
profesora es muy locuaz y parecía saber de todo.
Quedé pensando. Al
final le pregunté a la profesora si las
matemáticas se inventan o se
descubren, no supo responder a mi concha de mango.
Luego para dormir
tranquilo (en realidad no pude) le comenté que la
teoría del
caos ha
usado todas las matemáticas conocidas y usará de seguro
las por conocer.
Algún
efecto tuvieron mis palabras que la profe hizo mutis.
Me sentí como
en un laberinto en el expreso de medianoche. Me sentí como
en aquel
cuento
de García Márquez, Me alquilo para soñar, en
donde Neruda había soñado
que
la mujer que soñaba, había soñado con
él, y era cierto; era como en
los
cuentos laberínticos de Borges, uno que no
había escrito pero que
seguramente
escribiría. Viajando, alejándome lo más que
pueda
durante
quince días. Fui al baño y me perdí en
el tren, subí por una ventana
y
me escapé a Katmandú para dar guerra a los bandidos desde
un salón de
clases, con tiza y borrador, con el alma en la mano. Hice
como en el
hermoso libro, La bicicleta de Sumji, de Amos Oz: Me evadí
de
la
realidad... batallando en el entresueño.