Mérida,
Enero 2010.
Ciencia Joven
Willians Barreto
La Ciencia es
joven, apenas tiene 500 años. Asimilar
completamente sus preceptos puede tomar 500 más. Esta temeraria
afirmación la hacen los especialistas en cultura universal, al
comparar con religión, historia, política y otras formas
de pensamiento. Aunque joven, la Ciencia transforma al mundo y permea
la tecnología, el intelecto y la política. Es importante
popularizar la Ciencia porque la Ciencia pertenece a la gente. Esto,
por cierto, no habilita a cualquier sujeto para crear conocimiento
científico ni legislar en materia científica. Se trata
más bien de asimilar a nuestra cultura ciertas nociones del
pensamiento científico en beneficio de una sociedad más
crítica, justa y forjadora de su destino. La Ciencia forma parte
del acervo de cualquier nación. Puede resultar útil o no;
es conocimiento. Es estúpido y suicida imponer un modelo de
Ciencia, sea endógena, postmoderna, socialista o capitalista. La
Ciencia permite comprender el funcionamiento de la Naturaleza que, en
un sentido amplio, incluye al Universo. La Ciencia no es un conjunto de
leyes ni mucho menos se decreta a través de una Ley
Orgánica. Es mucho más que todo eso.
Tecnológicamente, la Ciencia puede producir ansiedad. Esto
ocurre cuando se desconoce el funcionamiento de las máquinas y
es ignorado el proceso científico que condujo
históricamente a ellas. Cada quien a su ritmo puede asimilar
tanta Ciencia como quiera, porque la idea debería ser mejorar la
calidad de vida y no la alienación.
Intelectualmente, la Ciencia ha creado una nueva forma de pensamiento.
El temor, la superstición y la obediencia ciega a la autoridad
son reemplazados por una forma de razonar, con mentalidad abierta para
inquirir con profundidad, enraizada en la observación y el
experimento. Las personas científicamente educadas se visualizan
en el tinglado de la red que es la vida, desde la cual se ven
catapultadas a bordo de uno de los miles de millones de planetas en un
universo en expansión de una extensión desconocida y
quizás infinita.
Para algunos,
esta forma de ver el mundo es fascinante y estimulante,
para otros es extrañamente hostil y les causa vértigo.
Nos mueve el piso porque mueve nuestras viejas concepciones. La
popularización de la Ciencia nos puede ayudar a vivir
confortablemente con ciertos riesgos, para explicar el por qué y
el cómo de todo lo que hemos aprendido en apenas 500 años.
Políticamente, la Ciencia es auspiciosa de la democracia. Es
inherentemente antiautoritaria. La Ciencia no es despótica,
nadie baja líneas. Más bien, cualquier individuo que sea
capaz de hacer observaciones y realizar experimentos controlados puede
ser considerado como una potencial fuente de autoridad. Pero su
autoridad no reside en él como individuo, sino en sus aportes
para el progreso. Si un político no posee una cultura
científica mínima puede llegar a ser víctima de su
entorno asesor, hasta el grado de creer en astrología,
quiromancia y horóscopos, por ejemplo. Y lo que es peor,
imponiendo a todos su ignara autoridad cuando alcanza el poder,
aferrándose a él, destruye a la Ciencia deliberadamente.
Cómo piensas, trasciende a qué piensas. Éste es
otro aporte fundamental de la joven ciencia a la sociedad.