Palabras iniciales  

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Uno de los principales males que aqueja a toda nuestra educación -y sobradamente a la enseñanza del Derecho- es precisamente la memorización. Pura y simple memorización, sin razonamiento, sin comprensión, sin análisis, sin entendimiento. Así, el estudiante memoriza algunos conceptos básicos, casi siempre sin entenderlos, que le permiten aprobar mediocremente las materias y pasar al curso siguiente. Después de cada examen aquellos pocos conceptos que a la fuerza memorizó desaparecen rápidamente de su memoria. Nuestro estudiante clásico, pues, es poco lo que aprende y casi nada lo que comprende.

 La mayor parte de la culpa de esta proceso eminentemente memorizativo, ya clásico y tradicional en las escuelas de Derecho, la tenemos nosotros los profesores. Así fuimos enseñados y así continuamos enseñando. Los ejemplos en la enseñanza de las distintas ramas del Derecho brillan por su ausencia. Despertar la imaginación de los estudiantes, para utilizar palabras de Carnelutti, es algo que realmente no hacemos. “La enseñanza es vida... y no simple repetición mecánica”, sentenció agudamente Barbero hace ya muchos años. Calamandrei, en su magistral obra “Demasiados Abogados”, no pasa por alto tan grave problema y lo desmenuza hasta sus más oscuras intimidades.

 Y a pesar de todas estas voces de alerta calificadas, pareciera que la inercia arrastrada por siglos y milenios en la enseñanza del Derecho impidiera que un nuevo profesor se abriera paso en nuestras escuelas jurídicas. Un nuevo profesor que despierte la imaginación de los alumnos, que les proporcione ejemplos a granel, que los haga razonar, analizar y, sobre todo, comprender. Tal vez una de las causas sea el hecho que a los profesores universitarios, contrariamente a lo que sucede con los profesores de la educación básica y media, no se les exige ni se les proporciona formación docente de ninguna especie o naturaleza. Se parte de la presunción absoluta de que el profesional universitario, para enseñar en la universidad, no requiere de formación ni apoyo pedagógico. Gravísimo error. 

Convenimos en que la educación básica y media es principalmente formativa, siendo la educación universitaria principalmente informativa. Pero esto no obsta para que exista una cierta pedagogía en la enseñanza universitaria. Ser profesor, enseñar, es algo más que un simple título universitario y un puesto en la universidad. Ser profesor implica asumir una vocación y cultivarla de la manera más responsable posible, poniendo en ella todas nuestras mejores energías. En la medida en que día a día revisemos nuestra posición como profesores, en esa medida avanzaremos y enseñaremos cada día mejor.

 Fiel a la idea de que es menester despertar la imaginación de los estudiantes, y siendo el ejemplo la mejor manera de despertarla, hemos desarrollado el presente problemario. El mismo no agota la materia -amplísima en sí como todas- pero pretende ser, al menos, un punto de inicio. Los problemas presentados, con diversos grados de dificultad y complejidad, permiten iniciar la discusión, despertar el interés de los estudiantes y, ojalá y así sea, incitarlos a hacer uso de los libros de los cuales tanto rehuyen, cobijándose bajo los apuntes siempre dudosos y perjudiciales. Al final de la presente obra hemos incluido una selección de la principal bibliografía nacional y extranjera sobre nuestra materia. 

Ejemplos, ejemplos y más ejemplos, debiera ser la consigna en la enseñanza del Derecho. El ejemplo conduce al entendimiento y a la comprensión. El ejemplo despierta la imaginación. El ejemplo hace que las teorías jurídicas, tan necesarias y útiles, dejen de ser un campo árido que asusta y aterroriza a los estudiantes. De esta manera, esta obra no es más que una compilación de ejemplos. 

                                   Mauricio Rodríguez Ferrara

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