La casa caramelo de Miguel  James



Arnaldo E. Valero
I


        El viernes 2 de marzo de 2001 fue presentada en la ciudad de Mérida la Oda a Naomi, séptimo título del poeta venezolano Miguel James y segundo libro publicado por el Taller Editorial Círculo Rojo. Poco días después, una lectora hacía del conocimiento público que no entendía cómo era posible que alguien que se preciase de ser poeta pudiera hacer de una negra peloplanchado con tetas de silicona y nacionalidad norteamericana (sic) objeto de veneración poética. Para ella, la elaboración, edición y celebración de la Oda a Naomi era un caso innegable de escatofagia. A juicio de esta señora, un poeta consciente de su rol sólo puede y debe celebrar a la india Tibisay, a Manuelita Sáenz y a Frida Kahlo. Afortunadamente, la ceguera tardoñángara de la indignada lectora quedó en evidencia con la aparición de una de las lecturas más acertadas que se haya hecho sobre la obra de Miguel James --me refiero al artículo “Los surcos de la celebración” de María Antonieta Flores, publicado a principios de agosto del 2001 en el Papel Literario de El Nacional--. Para María Antonieta Flores, la Oda a Naomi es una de las mejores pruebas de la facultad que tiene la palabra poética para desalienar a un ser cuya belleza ha sido acaparada por el circuito de los medios de la cultura de masas y restituirlo al ritmo totalizador del universo y las fuerzas supremas del cosmos.

        La noche de la presentación y bautizo de la Oda a Naomi, un joven locutor de radio entrevistó a Miguel James. Tenía más apariencia de discjockey que de lector y sin embargo en sus preguntas podía percibirse un tono de pesar porque a un acto como el de aquella noche hubiese asistido la minoría de siempre. Preguntaba cosas como esta: "¿De qué se pierden las personas que no leen poesía?"

         
De nada,  respondió Miguel James tranquilamente.
         
¿De nada? Preguntó sin ocultar su asombro el locutor.
        
Sí, no se pierden de nada. La poesía es música; etimológicamente, lírica viene de lira, el instrumento utilizado por los poetas en la Antigüedad para acompañar sus versos; por eso, si la gente escucha música, está escuchando poesía.
         
¿Pero de cuál música me hablas? insistía el locutor.
       
De cualquiera: la que ponen en la radio. A Simón Díaz lo ponen en la radio ¿no es cierto? Bueno, si la gente escucha a Simón Díaz, está escuchando poesía.
        
Pero en la radio también ponen mucha música mala, objetó el locutor.
       
No importa. Mientras la gente escuche los latidos de su corazón estará escuchando poesía. Basta con palmearnos el pecho para hacer de nuestra caja toráxica un tambor. Hay poesía en el canto de los pájaros, hay poesía en el rumor de los ríos: la poesía está en todos lados…

II

        Durante días, las declaraciones de Miguel James para el locutor de radio me dejaron sorprendido y cavilante. Efectivamente, ciertos ritmos poseen una vitalidad primitiva, instintiva, básica; es decir, parecieran contener en sí el vigor mismo de esa fuerza que ha dado origen al universo. Pienso, por ejemplo, en la manera como el reggae de Bob Marley reproduce la marina agitación del Caribe. Pienso también en el ritmo contenido en “Trini”, poema perteneciente al libro Albanela, Tuttifrutti, Blanca y las otras (1990):

          Yo nací en una isla donde negras danzarinas bailan al beat del Pan
       Purificado con fuego antes del alumbramiento bajo la más alta palmera
                                                                           descansa mi cordón umbilical
          El día de mi venida mis padres me esperaban
          Ma me esperaba
          Jefes de vecinos reinos esperaban mi llegada
          Con tela de paracaídas elaboraron mi traje de bautizo
          Rito anglicano Biblia versión del rey James
          Yo nací en Charlotte Street no lejos del antiguo mercado
          Yo nací en una tierra de yorubas de ashantis de gentes del Congo
          Laysa se llamó mi aya
          Myra mi tía favorita
          Historias de Anancy colmaron mis tardes y de tanto pedir que me contaran
                                                    lo de Topsy Topsy he quedado para los míos
          Yo nací en Port of Spain
          Hijo de Lillian
          Primogénito de Michael
          Nieto de Edna
          Bisnieto de Du  
          A otras islas se extiende mi parentela
          Al jardín africano donde el primer hombre a la primera mujer amó

       Llevo tiempo leyendo la poesía de Miguel James; años, a decir verdad. En un primer momento quedé deslumbrado con lo que creí era una poética que se distinguía por su exotismo antillano, percepción que se redefinió cuando tuve la oportunidad de leer el Mapa de la  poesía negra americana (1946) de Emilio Ballagas. Entonces, en medio de la contagiosa y extraordinaria vitalidad musical de su poesía, percibí la procedencia de ese sentido de pertenencia a un pueblo que ha sido expresado magníficamente  en una frase que Derek Walcott atribuye al príncipe de los poetas y que dice: “El amor es bueno, pero el amor de tu propio pueblo es más grande”.

       Leía ciertos poemas de  Miguel James, miraba una foto suya, y todo parecía estar claro: se trataba de un poeta antillano. Sin embargo, había algo que trascendía todo escenario geográfico, algo que aspiraba a un horizonte cultural más remoto, anterior a toda ciencia y, sin embargo, fundamental para todos los hombres. Nacía entonces una pregunta: ¿a cuál pueblo pertenece la poesía de Miguel James? ¿Se debe su ritmo única y exclusivamente a esa cadencia del Caribe que da origen al reggae y al beat del pan? ¿Cómo explicar, entonces, el espíritu juglaresco de Tiziana amor mío (1999)?

      Creo que la música que se desprende de la poesía de Miguel James pertenece a esa fuerza originaria, genésica, que quería aprehender Igor Stravisnky cuando se valió de antiguas danzas campesinas para componer la “Consagración de la primavera”. Es decir, se trata de una propiedad que supera  los límites culturales de cualquier pueblo  porque no es patrimonio exclusivo de ninguna nación, sino vital atributo de todos los cuerpos.

        Aquella noche de marzo, cuando fue presentada la Oda a Naomi, el poeta Gonzalo Fragui dijo que Miguel James es una especie de Pastor López de la poesía, porque donde quiera que llega ya provoca bailar. Así es. Con la poesía de Miguel James experimentamos cierto estremecimiento corporal, el gesto pleno del baile, el júbilo artístico conduciendo al ser humano a la festividad; esto es, la fuerza que, según Nietzsche, liberó a Prometeo de su buitre y transformó el mito en vehículo de la sabiduría dionisíaca: la música. [Nietzsche, 1973: 98]. Para no dar más rodeos: decir que la poesía de Miguel James es antillana sería confinarla en la estrechez del provincialismo porque tal vez su ritmo sea el mismo que agitaba el pulso del universo cuando Dionisio vino al mundo.

        Según Schopenhauer, a diferencia de las artes figurativas, la música no es el reflejo de la apariencia sino de la voluntad misma. En consecuencia, con respecto al mundo físico, la música representa lo metafísico, el núcleo más íntimo, es decir, el corazón de las cosas. Si, como dice Nietzsche, bajo el influjo de una música verdaderamente adecuada la imagen y el concepto alcanzan una significatividad más alta [Nietzsche, 1973: 136], entonces la música hace nacer al mito, particularmente aquel que habla en símbolos acerca del conocimiento dionisiaco, esto es, el que no se expresa en las categorías de la belleza y de la apariencia, sino que acepta la aniquilación del individuo porque la apariencia suprema de la voluntad  debe ser negada para abrir el camino hacia las madres del ser, como parece ocurrir en los siguientes versos de Tiziana amor mío (1999):


          Tiziana cuando te veo, veo a Venus bendiciendo la primavera
          Tiemblo
          Cuando te veo un frío recorre mi cuerpo
          Hay relámpagos
          Y palidezco
          Tiziana, cuando te veo
          Me pongo nervioso
          Es torpe mi lengua
          Te miro cuando te veo

          Tiziana
          Verde me vuelvo
          Y es todo mi aspecto el de un muerto.


        Al parecer, en la novia come flores, en Albanela, Tuttifruti, Blanca, Sarita, Marilyn, Lady Di, las diosas del mar, Tiziana, Naomi Campbell y otras obras de maestras, Miguel James ha hallado a la madre primordial que eternamente crea, que eternamente compele a existir aún en la aniquilación misma del individuo.


III


     El autor de El nacimiento de la tragedia cuentan que Sócrates tenía un sueño recurrente.  Una y otra vez, la misma aparición le decía: “¡Sócrates, cultiva la música!”. Por mucho tiempo el filósofo consideró que ninguna divinidad podía invitarle a la música; su filosofar era el arte supremo de las musas. Sin embargo, parece ser que estando en prisión lo embargó la sensación de haber desatendido un deber. Entonces compuso un proemio en honor a Apolo y puso en verso algunas fábulas de Esopo. Según Nietzsche,

      aquella frase dicha por la aparición onírica socrática es el único signo de una perplejidad acerca de los límites de la naturaleza lógica: ¿acaso ocurre—así tenía él que preguntarse—que lo incomprensible para mí no es ya también lo ininteligible sin más? ¿Acaso hay un reino de sabiduría del cual está desterrado el lógico?¿Acaso el arte es incluso un correlato y un suplemento necesarios de la ciencia? [Nietzsche, 1973: 123-124].

        Al parecer, la locura vendría a ser lo opuesto al instinto dialéctico orientado al saber y al optimismo de la ciencia; en cambio, la conjunción de estos dos últimos aspectos darían origen al hombre teórico, quien parece estar equipado con las más altas fuerzas cognoscitivas, estar al servicio de la ciencia y tener como prototipo y primer antecesor a Sócrates [Nietzsche, 1973: 145]. Durante siglos, los sistemas educativos occidentales han tenido la vista puesta en ese ideal. Por esta razón Nietzsche lamentaba que tradicionalmente el hombre culto haya sido considerado en la forma del hombre docto, hasta el punto de hacer que las artes poéticas hayan sido orientadas hacia experimentos artificiosos hechos con un lenguaje no familiar [Nietzsche, 1973: 146]. Aspecto éste que estaría en completa contradicción con aquella natural identificación que se daba en la antigüedad entre el lírico y el músico, es decir, con el sujeto cuya plenitud era alcanzada en el extravío, en una transformación mágica de sí mismo que, a semejanza del éxtasis o la locura, lo conducía a ese inexplicable fuera de sí que es el arrebato lírico.
 
      Precisamente otro de los rasgos que pueden ser percibidos en toda la producción poética de Miguel James es algo que podríamos catalogar como demencia antisocrática. En una ocasión Miguel James llegó a contarme que, a raíz de la terrible impresión que le causó conseguirse con la sangre de una persona asesinada en las calles de Madrid, fue internado en un manicomio. No era, por cierto, un lugar desagradable, nada tenía de prisión; poseía, más bien, una atmósfera bucólica. Allí conoció a una mujer con la locura suficiente como para comprenderlo y amarlo; se hicieron novios y amantes, haciendo del manicomio el aposento adecuado para una alocada relación amorosa. Probablemente a raíz de esa experiencia escribió una “Canción” en la cual dice: Los locos han colgado a los psiquiatras. Se pasean tiernamente abrazados por las calles. [James, 2004: 12]


IV


        La veneración poética de la mujer es el aspecto más cultivado por Miguel James. Este hecho, aunado a la celebración de su condición de antillano criado en otras tierras, le concede su rasgo distintivo en el panorama de la poesía venezolana contemporánea. La mujer da forma a su proyecto estético, ella es el eje de su poética, como puede verse en "Suma de todo saber y ciencia":

                Si uno escribe un poema
                Para enamorar a una muchacha
                Y no la enamora
                Es un mal poema
                Y si se escribe otro
                Y la muchacha nos da un beso
                Se ha escrito un buen poema
                Mas si uno escribe un poema
                Y la muchacha se desnuda
                Hemos creado una maravilla
                Una cumbre del arte
                Suma de todo saber y ciencia  [James, 1993: 72]

         Esta convicción estética vuelve a palparse en el poema “A un crítico”, del poemario  A las diosas del mar (1999):

                A un Crítico que me preguntó
                En qué me inspiraba Yo
                Para componer tan hermosas canciones
                Le respondí que Yo me inspiraba en las Muchachas
                De Caracas
                Le dije:
                Los poemas andan por ahí
                Moviendo sus culitos.  

        María Antonieta Flores ha llegado a describir la poesía de Miguel James como una poesía que no se pliega a la intelectualidad sino a las fuerzas supremas del cosmos. Cautivo de las alienantes imposiciones de la vida urbana, el hombre contemporáneo ha dejado de disfrutar de las bondades de la naturaleza, con una hermosa excepción: la mujer. Es tan impetuoso el deseo que la belleza de esta exquisita manifestación del cosmos despierta en Miguel James que él no tiene ningún tipo de reparos en cantarle, independientemente de quien sea la chica en cuestión. Con todo, hay que convenir en que él no tiene culpas, la poesía lo traspasa con cantos vibrantes y lo hunde en los baños de una pureza sacrílega [Márquez, 1999: 5], como puede verse en los poemas dedicados a su hermana y del cual sólo citaremos “Hermana”, también perteneciente al poemario A las diosas del mar:

                Los Faraones de Egipto escogían como esposas a
                sus Hermanas
                Los exquisitos Incas también preferían a las
                Favoritas de su Corazón
                Yo quiero casarme contigo Fina Hermana
                Oscura y honda con la profundidad del abismo
                Ámame como Yo te amo
                Magnífica Hermana.

        En El nacimiento de la tragedia Nietzsche recuerda que, a pesar de su sabiduría, el noble Edipo está destinado al error y a la miseria. Sin embargo, incluso después de muerto y en virtud de su enorme sufrimiento, Edipo termina ejerciendo una fuerza mágica y bienhechora. La moraleja sería entonces que

         El hombre noble no peca: tal vez a causa de su obrar perezcan toda ley, todo orden natural, incluso el orden moral, pero cabalmente ese obrar es el que traza un círculo mágico y superior de efectos, que sobre las ruinas del viejo mundo derruido fundan un mundo nuevo. (...) ¿Cómo se podría forzar a la naturaleza a entregar sus secretos a no ser oponiéndole una resistencia victoriosa, es decir, mediante lo innatural? Este es el conocimiento que yo veo expresado en aquella espantosa trinidad de destinos de Edipo: el mismo que soluciona el enigma de la naturaleza---de aquella Esfinge biforme—tiene que transgredir también, como asesino de su padre y esposo de su madre, los órdenes más sagrados de la naturaleza. Mas aún, el mito parece querer susurrarnos que la sabiduría, y precisamente la sabiduría dionisíaca, es una atrocidad contra la naturaleza, que quien con su saber precipita a la naturaleza en el abismo de la aniquilación, ése tiene que experimentar también en sí mismo la disolución de la naturaleza. [Nietzsche, 1973:89-91]

        La tragedia de Edipo estaba anunciada en una antiquísima creencia persa que sostenía que un mago sabio sólo podía nacer de un incesto. El sacrilegio es la opción de quienes no comulgan con el orden instituido: Sacrílego fue Prometeo al robar el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. El sacrilegio, entonces, resulta de una decisión, de la necesidad de acabar con la moderación para transgredir las restricciones que impiden el camino a la sabiduría. A diferencia de la noción judeocristiana de pecado, el sacrilegio es fruto de la determinación del sujeto de acceder a un nuevo orden aún a costa de su propia inmolación. A diferencia del aura de optimismo que distingue al científico desde los tiempos de Sócrates, el sabio no espera hallar beneficio alguno tras cada decisión tomada: No hay bien ni mal para quien vive en la plenitud de la sabiduría dionisíaca.



V


        Gracias a Nietzsche sabemos que no hay un sistema pensamiento más hostil a la vida que el cristianismo. Por ser la más aberrante variación sobre el tema moral que la humanidad ha llegado a escuchar hasta este momento, el cristianismo es la antítesis más grande de la interpretación y justificación estéticas del mundo. Al pretender ser sólo moral, relega todo el arte al reino de la mentira, condenándolo, negándolo, reprobándolo. Desde sus inicios, y de manera esencial y básica con la creencia de "otra" vida distinta o "mejor",  el cristianismo ha cultivado la náusea  y el fastidio contra la vida. Nietzsche definió como "voluntad de ocaso" a esa enfermedad que tiene como signos el odio al "mundo", la maldición de los afectos, el miedo a la belleza y a la sensualidad, que inventa un más allá para calumniar mejor el más acá y cultiva un anhelo de hundirse en la nada, en el final, en el reposo, hasta llegar al "sábado de los sábados". Debemos agradecer a Nietzsche el habernos recordado que la vida carece de razón de manera constante e inevitable porque es una experiencia esencialmente amoral. Máxime cuando la moral es entendida como una voluntad de negación de la vida, es decir, como un instinto secreto de aniquilación, de principio de ruina, de empequeñecimiento, de calumnia o principio del fin. Contra la moral escribió Nietzsche El  nacimiento de la tragedia, movido por un instinto defensor de la vida, y dispuesto a inventar una doctrina y una valoración esencialmente estética, anticristiana o, como ha sido recordada hasta la actualidad: dionisíaca.

        Lo dionisiaco constituye la médula de la poesía de Miguel James, de ahí que se abra paso hacia lo esencial al lograr conectarse con el ritmo totalizador del universo [Flores, 2001: 15]. Su música expresa la voluntad misma del mundo. Una voluntad anterior a la lógica socrática o, por lo menos, inmune a ésta. También ajena o inmune a los prejuicios judeocristianos. Anticristiana y amoral: Una poesía que halla en el deseo una constante afirmación de la existencia. Afirmación que se traduce en un amor incondicional para con el mundo, en una celebración de los afectos, la belleza y la sensualidad. Vigorosamente musical, antisocrática y sacrílega, la poesía de Miguel James contiene la simiente misma de lo dionisiaco.


VI


        Para finalizar, resulta pertinente decir que la poesía de Miguel James también se caracteriza por no tener más equivalentes en el panorama discursivo venezolano que las ocurrencias de jóvenes malhablados pero de irreverente honestidad, desinhibidos y siempre en guardia contra quienes viven pregonando principios y valores porque han descubierto la naturaleza opresora y coercitiva implícita en éstos. Sin embargo, más que a un joven irreverente, en la poesía de Miguel James podemos percibir a un cantante de reggae que quiere ser niño cuando sea grande y famoso. Su poesía es producto de un "descuido metafísico",  de una "indisciplina de la naturaleza" que se rige por una verdad tan grande y fundamental como la poesía de Shakespeare: cuando se es joven, es en los ojos y no en el corazón donde reside el amor. Por ser tan fiel a sí mismo, por vivir libre del complejo de Próspero y Calibán, por llevar una existencia libre de acusaciones, culpas y pecados, por muchos de sus poemas y por algunas de las páginas que conforman Sarita Sarita tú eres bien bonita (2004) sería prudente fusilarlo con balas de juguete.


VI. Bibliografía


Flores, María Antonieta (2000): “El Caribe como sello poético en la obra de Miguel James”. En: Memoria, nostalgia y exilio. Caracas, AVECA.

____________________(2001): “Los surcos de la celebración”. Papel Literario El Nacional (Caracas) C-15,  4 de agosto de 2001.

Fragui, Gonzalo (2001): “Plegaria vallenata”. Frontera (Mérida) 4 de marzo.

James, Miguel (1987). Mi novia Itala come flores. Caracas, Fundarte.

___________ (1990) Albanela, Tuttifrutti, Blanca y las otras. Caracas, Fundarte.

___________ (1993) La casa caramelo de la bruja. Caracas, Fundarte.

___________ (1996) Nena, quiero ser tu hombre y otras confesiones. Caracas, Fundarte.

___________ (1999) A las diosas del mar. Mérida, Mucuglifo.

___________ (1999) Recital./Selección: Miguel James, presentación: Miguel Márquez.- Caracas, Espacios Unión. Jueves de Poesía, Ciclo Poetas en voz mayor.

___________ (1999) Tiziana, amor mío. Caracas, La Paninoteka.

___________ (2001). Oda a Naomi. Mérida, Taller Editorial El Círculo Rojo.

___________ (2003). Kentakes, poemas para la reina y otras obras maestras. Mérida, Mucuglifo.

___________ (2004). Sarita Sarita tú eres bien bonita. Mérida, Mucuglifo.

Márquez, Miguel (1999): “M. J.” En: Miguel James. Recital. Caracas, Espacios Unión.

Nietzsche, Friedrich (1973). El nacimiento de la tragedia/Introducción, traducción y notas: Andrés Sánchez Pascual.- Madrid, Alianza Editorial.






       La casa caramelo de Miguel James ha sido publicado originalmente en  el número 50 de la Revista de Literatura Hispanoamericana (Maracaibo, enero-junio de 2005)