Mariano Nava. Culo ´e hierro. Mérida, Asociación de Profesores de  la Universidad de Los Andes, 2004.

Arnaldo E.Valero

        El blues de la cabra mocha (Mucuglifo, 1995) fue el primer libro de Mariano Nava que tuve el privilegio de leer. Para alguien que había corrido con la  suerte de haber sido su compañero de promoción resultó sumamente grato y envidiable el juego de intertextualidades  que en dicho conjunto de relatos el entonces novel narrador llegó a establecer con los cronistas de Indias, demostrando, como muchos de los más representativos narradores latinoamericanos del siglo XX, cuán amenos, fecundos y vigentes pueden llegar a ser Fray Pedro Simón, Fray Pedro de Aguado y Oviedo y Baños para el lector y el escritor contemporáneos.  

        Años más tarde, llegó a mis manos Vidas, hechos y palabras de ilustres filósofos difuntos, Premio Bienal de Literatura “Miguel Ramón Utrera” 1995. Tras la lectura de relatos como “El infierno era como Platón decía” y “Nostalgia de Diógenes el Cínico”  llegué a preguntarme si  acaso Mariano no era el más grecolatino de los narradores guajiros o viceversa. Independientemente de cual fuera la respuesta lo que sí quedaba abierta era la posibilidad  de que Orfeo hubiese compuesto  “Sombras nada más” en las entrañas mismas del Averno, tras haber perdido a Eurídice de forma definitiva.

        En Culo ´e hierro, el libro que nos ocupa, el lector tendrá la posibilidad de dar con una galería de personajes que, por tratar de ir a otro lugar, han encallado para siempre en un borde que parece haber sido templado al calor que azota esa porción del mundo extraviada entre Maicao, Macondo, Sur del Lago y Yoknapatawpha. Y es que desde el momento en que fue expulsado del Edén, el hombre se ha visto obligado a buscar el lugar adonde nunca ha de regresar porque, aunque muchos de nosotros no estemos conscientes de eso, el destino del hombre es la errancia; la vida es movimiento, Odiseo es nuestro ancestro más remoto.

        En Culo ´e hierro podemos advertir nuevamente el aliento del cronista, el pulso del enfebrecido amanuense de historias chicas, como la de Monsieur Bideau. También hay algo que no había aparecido previamente en la prosa de Mariano Nava: me refiero al preciosismo exotista del imaginario árabe. Con todo, hay una serie de aspectos estilísticos que confirman a plenitud el continuum discursivo que distingue sus libros anteriores, como, por ejemplo, un lenguaje de un elevado coeficiente clásico, sin resultar predecible, un enfoque inconfundiblemente venezolano, sin encallar en lo provinciano, y una entonación fresca, amena, divertida, sin que eso suponga haber caído en la frivolidad.

        Durante mucho tiempo he pensado que Mariano Nava es, junto a Wilfredo Machado, Nuni Sarmiento y Eduardo Antonio Mariño Rodríguez, uno de los jóvenes narradores más originales y prometedores de Venezuela. Creo que el hecho de que Culo ´e hierro haya resultado ganador del concurso APULA de narrativa 2003 confirma mi hipótesis.