Édouard
Glissant. Introducción a una
poética de
lo diverso/ Traducción de Luis Cayo Pérez Bueno.-
Barcelona (España), Ediciones del Bronce, 2002.
Arnaldo E. Valero
El prolífico escritor martiniqueño
Édouard Glissant adquirió merecido prestigio y renombre a
partir de 1958, año en que obtuvo el premio Renaudot por su
novela La lézarde. Sin
embargo, ha sido su producción ensayística lo que
más ha llamado la atención del sector académico
interesado en los estudios postcoloniales. La naturaleza discursiva, la
perspectiva asumida y la problemática abordadas por Glissant en
libros como Le Discours Antillais
(Éditions du Seuil, 1981)
y Poétique de la Relation
(Gallimard, 1991)
explica tan merecido interés. La presente edición al
español de la Introducción
a una poética de lo diverso es una valiosa
oportunidad que se le presenta al lector hispanoamericano para que se
forme una idea del papel que podría llegar a jugar el
pensamiento de Glissant a la hora de diseñar estrategias que
permitan a los pueblos del mundo admitir una apertura al Otro sin
peligro de disolución.
Introducción a una poética de lo diverso recoge cuatro conferencias impartidas en varios encuentros, congresos y jornadas académicas internacionales realizadas entre 1994 y 1995. También incluye un par de entrevistas concedidas a Lise Gauvin en 1991 y en 1995. Por las características de los textos que lo conforman, y en virtud de los aspectos abordados, podría decirse que este libro ofrece al lector un flujo de aproximaciones poéticas, un juego sonoro de armonías y disonancias, de palabras cuya complejidad y errática naturaleza agota la existencia de la escritura habituada a transitar por el pensamiento de sistema. En el marco de la reflexión sobre la identidad, la poética de la relación es un esfuerzo excepcional porque supera la tendencia existente en la tradición filosófica occidental a proclamar la importancia de la noción del Ser, entendido como absoluto ontológico. Según Glissant, la consciencia identitaria de cualquier comunidad debe estar inserta en un imaginario de las existencias, es decir, en un sistema reflexivo signado por el asombro y la maravilla del otro que también nos constituye. Desde esta perspectiva, destaca que toda identidad es múltiple y que ninguna cultura puede desembocar en una definición del ser porque siempre estará inmersa en un movimiento perpetuo de interpenetrabilidad cultural y lingüística; en definitiva: sólo hay existencias. Por esta razón, pondera las cualidades de la identidad rizoma, una experiencia consciente del papel que juegan la suma de relaciones, es decir, las fuerzas subversivas que permiten la progresiva liberación de la diversidad. La experiencia opuesta estaría tristemente representada por lo que Glissant denomina las culturas atávicas, es decir, por aquellas culturas que parten de los principios de Génesis y filiación con el objeto de hacer valer su derecho sobre un territorio. Este tipo de culturas detentan una identidad de raíz única, practican su condición casi "ontológica" mediante la opresión colonial y defienden ciertos principios universales generalizadores y preestablecidos por la fuerza de las armas. La lúcida y extraordinaria aproximación que hace Édouard Glissant de este modelo cultural saca a relucir lo que tiene de intolerante y antihumanista la identidad de raíz única, los mitos fundacionales, la práctica occidental de la Historia, la noción de Ser, el pensamiento de sistema y el monolingüismo. A estos paradigmas Édouard Glissant opone un modelo cultural que elude la tendencia a aferrarse a un Génesis y que sospecha de las legitimidades fundacionales. Un modelo cultural basado en la errancia, inclinación orgánica a otra forma de ser y conocer, experiencia que induce al sujeto a dejar los pensamientos de sistema por los pensamientos de indagación de lo real, por pensamientos de traslación, por pensamientos de incertidumbre y de ambigüedad, escudos contra la intolerancia y el sectarismo de los pensamientos de sistema. El escenario del mundo donde el hombre ha podido desarrollar esa inclinación orgánica que Glissant denomina errancia es el Caribe. El lugar dejado por las etnias aborígenes antillanas, únicos sujetos que podían ejercer el principio de identidad a partir de la raíz única, fue ocupado por el migrante desnudo-- ser despojado de cualquier elemento propio de la vida cotidiana y, sobre todo, de su lengua-- quien, con base en la huella de los ritmos africanos esenciales y partiendo del poder de la memoria, ha creado, ha reinstaurado en el Caribe lenguajes criollos y formas artísticas universales, como el reggae, la pintura naif y la poesía de Derek Walcott. En definitiva, la tesis que prevalece a lo largo de los textos que conforman esta Introducción a una poética de lo Diverso es que el mundo se criolliza, es decir: que las culturas del mundo, en contacto instantáneo y absolutamente conscientes, se alteran mutuamente por medios de intercambios, de colisiones irremisibles y de guerras sin piedad, pero también por medio de progresos de consciencia y de esperanza que autorizan a afirmar (...) que las distintas humanidades actuales se despojan con dificultad de aquello en lo que han insistido desde antiguo, a saber: el hecho de que la identidad de un individuo no tiene vigencia ni reconocimiento salvo que sea exclusiva respecto de la de todos los demás individuos. Esta dolorosa mutación del pensamiento humano es la que Édouard Glissant procura rastrear en este libro, hermosamente editado por Ediciones del Bronce. |