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INTRODUCCIÓN
AL HUMANISMO RENACENTISTA KRAYE JILL (compilador) Cambridge University
Press (1996) España 1998. PREFACIO
Los procedimientos y el trabajo de
los humanistas se extendieron por
buena parte de Europa desde que, por ejemplo, Tetrarca, Coluccio
Salutari y,
algo más tarde, Leonardo Bruni y Poggio Bracciolini la
recorrieron para saciar
lo que ahora sabemos que fueron las dos vocaciones fundamentales de los
letrados italianos desde los primeros años del siglo XIV: la
recuperación de la
literatura grecolatina y el deseo de “erudición literaria”. (15) ORÍGENES DEL HUMANISMO Toda interpretación del
pasado está acotada por las ideas
preconcebidas, las aspiraciones y, sobre todo, el conocimiento o la
ignorancia
del estudioso que la lleva a cabo. (…) La historia del humanismo
muestra de manera ejemplar esa noción de
continuidad y a la par un espíritu de renovación. El
término mismo debe su
origen a la voz latina humanitas, que
Cicerón y otros autores usaron en la época clásica
para significar el tipo de
valores culturales que procederían de lo podríamos llamar una buena educación o cultura general.
Los studia humanitatis consistían, pues, en
el estudio de unas disciplinas que hoy consideraríamos propias
de una formación
de letras: lengua, literatura, historia y filosofía moral. Si
bien es cierto
que Cicerón no fue lectura ampliamente divulgada en la Edad
Media, algunos
hombres instruidos del siglo XIV (sobre todo Petrarca, para quien
Cicerón era
el autor de cabecera) conocían bien su obra y su vocabulario.
(19) (…) Su equivalente en
español (“humanista”) apareció a mediados del
siglo XVI con parecido significado, pero no fue hasta siglo XIX,
probablemente
en Alemania por primera vez (1809), cuando el calificativo dio lugar al
sustantivo (“humanismo”) para designar la devoción por la
literatura de la
antigüedad grecorromana y los valores humanos que de ella se
puedan derivar. EL HUMANISMO ES AQUEL DESVELO POR
EL LEGADO DE LA ANTIGÜEDAD –EL
LITERARIO EN ESPECIAL PERO NO EXCLUSIVAMENTE- QUE CARACTERIZA LA TAREA
DE LOS
ESTUDIOSOS POR LO MENOS DESDE EL SIGLO IX EN ADELANTE. Por encima de
todo,
supone el redescubrimiento y el estudio de las obras de los
clásicos
grecolatinos, la restitución e interpretación de sus
textos y la asimilación de
las ideas y valores que contienen. (20) …la actividad erudita típica
del humanismo. Florilegia: antología de extractos de
los viejos
autores. Dictatores: rétores que
extraían de los viejos autores
la elocuencia para sus cartas y discursos. Ars dictaminis: arte de escribir cartas En el dictamen se
puede
reconocer una de las raíces del humanismo, profundamente
arraigada en el
pasado: la epístola llegaría a
convertirse, en gran parte, gracias a Petrarca, en uno de los
géneros de mayor
fortuna durante el Renacimiento; un género versátil, que
dio cabida al discurso
personal y al político, a la investigación erudita y al
ensayo filosófico, así
como a una gama de tareas literarias. (25) Los humanistas…..los
padres
del saber restaurado. Las cuatro emociones condenadas por
los estoicos: alegría, esperanza,
tristeza y miedo. LA ERUDICIÓN CLÁSICA Studia humanitatis: literalmente “afán por la
cultura” Apparatus criticus: anotación
filológica a pie de página. EL LIBRO HUMANÍSTICO EN EL
CUATROCIENTOS No existió humanismo sin
libros. Con ellos se construyó desde un
principio y en ellos encontró el medio natural para su
difusión. Todos los
humanistas fueron consumidores y, por regla general, productores de
libros
manuscritos. Muchos se labraron una pronta reputación a fuerza
de buscar y
acumular volúmenes, y con el nacimiento de la imprenta, a
mediados del siglo
XV, no tardaron en establecer lazos con esa nueva forma de
producción,
ofreciéndole autores, editores de textos y un mercado. (…) A lo
largo del
Renacimiento, dignidades eclesiásticas o seculares con
pretensiones culturales
gustaron de enaltecer su figura con bibliotecas y otras galas de la
civilización. DE AHÍ QUE EL LIBRO ACTUARA, Y NO EN RARAS
OCASIONES, COMO
VEHÍCULO DE UNA ALIANZA ENTRE CULTURA Y PODER, ya fuera en forma
de
traducciones o de obras originales con dedicatoria, compuestas por
encargo o
sin previa solicitud. (73) …En la medida en que magnates
civiles o eclesiásticos se apresuraban a
adquirir colecciones de clásicos para dotar sus nuevas
bibliotecas o para enriquecer
las existentes. La adquisición de libros era la insignia de su
poder en cuanto
protectores de la cultura y tenía un valor
propagandístico bien definido.
Compraban libros humanísticos y encargaban a los humanistas
obras originales y
traducciones del mismo modo que los contrataban para frecuentaran sus
cortes y
les redactaran sus cartas o sus biografías. (80) (…) Al declarar que la buena prosa
dependía de la capacidad para
escribir en verso, Melanchthon reflejaba una faceta que, conforme
avanzaba el siglo,
se había ido integrando en la configuración básica
del latín humanístico: la
preocupación por el decoro en el uso de la lengua. En contraste
con buena parte
de la prosa medieval, la de los humanistas rehuía los
términos poéticos; sin
embargo, sólo la familiaridad con ese vocabulario podía
evitar en defecto de
utilizarlo en el contexto de la prosa. (108) …el traslado de la
terminología pagana a un contexto cristiano: las
monjas pasaban a ser vírgenes vestales,
los sacerdotes devenían flamines y
las iglesias templos romanos LA
PASIÓN DE LOS HUMANISTAS POR
EL ESTILO Y LAS FORMAS ENTRAÑABA EL PELIGRO DE DESDEÑAR
EL SABER FACTUAL. (111) ---- LOS HUMANISTAS NO FUERON
IDEOLÓGOS EN EL SENTIDO ACTUAL DEL TÉRMINO, ES
DECIR, INTELECTUALES ENTREGADOS A UN DETERMINADO CREDO POLÍTICO
QUE EXLUYE
CUALQUIER ALTERNATIVA. (161) …el populismo les resultaba
sospechoso y favorecían por naturaleza un
modelo elitista, una minoría de hombres doctos guiando a la masa
ignorante. La falta de compromiso
ideológico, la sorprendente destreza para pasar
de un bando político a otro (un rasgo característico de
los humanistas, desde
Petrarca y Coluccio Salutari a Maquiavelo), parecen hechas adrede para
que hoy
las consideráramos signos de hipocresía; y, en verdad,
los historiadores
modernos han hecho correr ríos de tinta en un vano intento por
encontrar la
coherencia subyacente a ese tipo de conducta ¿Cómo
debemos reaccionar ante
humanistas republicanos como Leonardo Bruni o Coluccio Salutari ,
capaces de
permanecer en el poder mientras se sucedían con violencia los
cambios de
régimen? ¿Y qué decir de Pier Candido Decembrio,
secretario durante la fugaz
etapa republicana de Milán (1448-50) tras haber dedicado
veinticinco años al servico de la
“tiranía”
Visconti?.....Sin embargo, todas esas posturas se dejan entender
bastante mejor
si tomamos en cuenta la formación y las responsabilidades
profesionales de los
humanistas y tenemos presente el ambiente político que entonces
prevalecía.
(162) EL OTOÑO DEL RENACIMIENTO 1550-1640 PREFACIO …que hago referencia a la clase de
estudio presentado en esta obra como
historia “cultural” más que “intelectual”.
El motivo de esta
sustitución es que el término “intelectual”
no es históricamente neutro. Es más, da por sentado una
cuestión básica para
este tipo de estudios, ya que presupone la existencia de una facultad,
quizás
un órgano vagamente identificado con el
cerebro, que es en sí algo “elevado”, al igual que la cabeza es
considerada,
por algún oscuro designio implícito en nuestra
creación o biología, la parte
más elevada del cuerpo. A veces se supone que este
órgano, el intelecto, hace
posible el interés humano por las “cosas elevadas”. No obstante,
esta noción no
es en sí misma más que un producto cultural, un legado de
los griegos al que
nos aferramos de modo subliminal, aunque resulte diametralmente opuesto
a la
cultura dominante del mundo moderno. También es, como etiqueta,
indebidamente
restrictiva, puesto que sugiere un valor especial añadido al
pensamiento
abstracto, a las “ideas”, a las producciones de aquellos seres humanos
a los
que describimos como “intelectuales”,
un grupo con el que los propios historiadores no hemos tenido
demasiadas
dificultades en identificarnos. (9) LA UNIDAD CULTURAL
DE EUROPA Y
LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS Pero los movimientos culturales e
intelectuales se niegan
testarudamente a respetar las fronteras políticas…. (17)
El
viajar, considerado por
muchos de gran valor educativo, a menudo hacía que los europeos
de las clases
altas conociesen a otras personas de ideas afines. Italia era uno de
los
destinos mas anhelados por los viajeros, entre ellos Montaigne, para
quien
“mezclarse con los hombres es maravillosamente útil, y visitar
países
extranjeros para regresar con el conocimiento de las costumbres y
caracteres de
aquellas naciones, y para cultivar y pulir nuestro cerebro a
través del
contacto con el de otros”(…) Burton lo recomendaba como remedio para la
melancolía…. (22) (…) Algunos hacían circular
sus cartas o bien las publicaban, puesto
que eran consideradas una rama importante de la literatura, cuya
tradición se
remontaba a Cicerón. Petrarca y
Erasmo
pulían y publicaban sus epístolas…. (28) Samuel Purchas: “Mediante las palabras expresamos
nuestro pensamiento una vez, en un
instante, mientras que la ocasión que la provocó muda (y
quizás nos transporta
imprudentemente), pero mediante la escritura el hombre parece inmortal,
se
comunica y consulta con los patriarcas, profetas apóstoles,
padres, filósofos,
historiadores y aprende la sabiduría de los sabios….” (34) LA LIBERACIÓN DEL “YO” La cultura medieval había
heredado de la antigüedad clásica un modelo
de orden basado en el cosmos. Puesto que el cosmos había sido
creado por Dios,
el orden que en él habitaba era el arquetipo de todo orden, del
orden per se. El cosmos era percibido como un
todo organizado y finito dividido en dos partes. Arriba estaba el
cielo, abajo
la tierra. Los cuerpos celestes, perfectos en sí mismos y por
ello inmutables,
se consideraban organizados en una jerarquía y se suponía
que se movían en
círculos perfectos; el movimiento lineal hubiera significado su
“necesidad” de
cambiar de lugar, cosa que implicaría cierta
imperfección. Más allá de sus
órbitas estaban las estrellas, y más allá de las
estrellas el empíreo, la
morada de Dios. Debajo de los cuerpos celestes,
pero también en el centro de sus
distintas órbitas circulares, se encontraba el lugar de la
imperfección y en
cambio en el universo. Esta parte de la creación de Dios
incluía la luna,
visiblemente cambiante, y la tierra, donde se producían otro
tipo de cambios.
En el mismo centro de la tierra, y por lo tanto en el lugar más
alejado de
Dios, estaba el infierno. La forma de este universo podría
describirse como la
de un cono invertido. Todo este orden tenía un
significado tanto físico como espiritual. Y en
ciertos aspectos resultaba incluso paradójico: la tierra era el
lugar más bajo
y degradado del universo, pero al mismo tiempo su centro y el foco de
todas las
influencias y energías espirituales, no sólo porque la
gracia de Dios prestase
especial atención a sus habitantes, sino también porque los cuerpos celestes no eran
inanimados, sino que se creía que influían en los sucesos
de la tierra; sólo la
voluntad humana se libraba enteramente de su intervención.
Así pues, el sistema
estaba impregnado de un alto grado de determinismo. (…) El orden de ese universo –que
era el propio concepto que Dios tenía
de orden- se tomó como modelo de toda organización en la
tierra: condicionaba
la primacía del todo sobre las partes, un requisito
particularmente
significante para el gobierno, tanto espiritual como laico; y
recomendaba la
jerarquía en todo tipo de relaciones humanas. Este esquema
tenía también implicaciones,
como veremos, en la ética y el conocimiento. Por último,
al presuponer un orden
fijo e ideal para todas las cosas, resultó crucial para la
percepción del
tiempo y del cambio. El concepto tradicional del “yo”,
en concordancia con esta cosmología, asignaba
a la razón –a menudo identificada con el alma como la parte
más elevada del
hombre- una posición análoga a la de Dios en el cosmos.
Por debajo, ordenadas
siguiendo una jerarquía, figuraban las distintas facultades del yo supuestamente separadas: la voluntad,
las pasiones, y lo más bajo del cuerpo. Se creía que la
voluntad, en una
personalidad correctamente ordenada, funcionaba como el solícito
sirviente de
la razón, transmitiendo sus órdenes a
las capas más bajas y –debido al pecado original- a menudos
obstinadas del yo: las pasiones y el cuerpo
despreciable. (37-38) (…) Para Bacon “el entendimiento
humano es inquieto; no puede detenerse
ni descansar, y presiona hacia delante, pero en vano. Por eso no
podemos
concebir ningún fin o límite para el mundo, pero siempre
a partir de la
necesidad se nos ocurre que hay algo más allá” (…) Hobbes
resumiéndolo,
reconoció cuánto difería todo esto del
conocimiento tradicional: “La felicidad de esta vida no
consiste en el reposo de una mente
satisfecha. Porque no hay finis ultimus
(fin último) ni summun bonus (máximo
bien) como el que se encuentra en los
libros de los filósofos de la vieja moral. Ni puede ya un
hombre, cuyos deseos
han alcanzado su fin, vivir más que aquel cuyos sentidos e
imaginaciones están
alerta. La felicidad es un continuo
progreso del deseo, de un objeto a otro; no siendo el logro del
anterior más
que el camino hacia la consecución del próximo. La causa
de ello es que el
objeto del deseo de un hombre no es disfrutar una única vez y
durante un solo
instante de tiempo, sino asegurar para siempre el camino de sus futuros
deseos”
(Leviatán) (42) Bacon describió el intelecto
como un “espejo desigual” que “mezcla su
propia naturaleza con la naturaleza de las cosas”. Hobbes
subrayó la tendencia
incluso del “hombre más capaz, más atento y más
experto” a engañarse a sí mismo
con la razón. (44) (…) Al mismo tiempo la
imaginación, a la que anteriormente se había
prestado poca atención, empezaba a ser valorada, aunque su
reconocimiento
todavía tenía que esperar. Tradicional y
etimológicamente era la facultad de
“imaginar”, y se la consideraba peligrosa a menos que estuviera ligada
a través
de la memoria al mundo real que Dios había creado; liberada de
tales
sujeciones, la imaginación parecía un esfuerzo blasfemo
para rivalizar con el
Creador. Todavía seguía teniendo este significado para el
científico
escolástico Pedro Fonseca. Para otros la imaginación era
sencillamente
peligrosa. (47) JULIO CÉSAR ESCLÍGERO
SOSTENÍA QUE LA POESÍA “CREA IMÁGENES MÁS
BELLAS
QUE LA REALIDAD DE AQUELLAS COSAS QUE EXISTEN, AL IGUAL QUE DE LAS
COSAS QUE NO
EXISTEN…” (51) …Así iba creciendo un
sentido de originalidad e individualidad en los
productos realizados por el hombre. Si el mejor arte es simplemente la
mejor
imitación de la naturaleza, podría argumentarse que las
obras de arte habrían de ser
idealmente idénticas. Pero el
concepto cambiante del ser humano indicaba que las obras de arte, en
cuanto
creaciones humanas, podían llegar a ser tan variadas como los
propios seres
humanos. Así, un amplio corolario de
la
individualidad de los seres humanos era la variedad de todo lo
existente. (52) PARA DESCARTES, LA ACTIVIDAD
INTELECTUAL, AUNQUE CONDUJERA A VERDADES
UNIVERSALES, TENÍA QUE SER, EN UN PRIMER MOMENTO, PRIVADA E
INDIVIDUAL. (53) (…) Efectivamente, había
crecientes dudas (a finales del Renacimiento)
acerca de la capacidad de las palabras, el material del que
están hechos los
libros, para reproducir la realidad. Cada vez era más
común contraponer las
“cosas” a las “palabras”, como en la frase de Shakespeare:
“¿qué hay en un
nombre?; Montaigne, aquel maestro de las palabras, confesó
preferir las
primeras: “!Al diablo con la elocuencia que nos deja anhelantes, y no
las
cosas!”. Los contrincantes, en sus intercambios polémicos,
solían acusarse los
unos a los otros de utilizar palabras hueras. (…) El lenguaje estaba
perdiendo
su supuesta correspondencia con la realidad; como signo, cada vez
parecía más
convencional y arbitrario. Y, en efecto, la significación se iba
considerando
más arbitraria en numerosas áreas (…) Montaigne
resumió la cuestión: “El
nombre es un sonido que designa y
significa al objeto”, escribió: “el nombre no es una parte del
objeto o de la
sustancia, es una pieza extraña unida al objeto y ajena a
él” (…) Al igual que
Rabelais, se sirvió de los caprichos del lenguaje –su fracaso en
reflejar la
realidad- para abrir nuevas posibilidades a la paradoja, a la
ironía, y al
humor. (57) Hobbes afirmaba rotundamente que el
entendimiento no es “otra cosa que
el concepto provocado por el discurso”. Ello apunta al reconocimiento
moderno
de que los seres humanos crean el significado a partir del lenguaje. La cultura tradicional
distinguía dos clases de tiempo. El más
importante era el tiempo sagrado, que en última instancia era
bíblico; según
esta concepción el tiempo era lineal y tenía una
finalidad. Había comenzado con
la creación del mundo y avanzado a través de una serie de
acontecimientos
conducidos de la mano de Dios y relatados en las Escrituras;
culminó con la
aparición de Jesús, y ahora avanzaba hacia su apogeo: el
fin del mundo,
acontecimientos que algunos aguardaban con alegría, mientras que
la mayoría lo
hacía con temor por ser el tiempo del juicio final. Para los
justos culminaría
en la unión eterna con Dios, pero la autoridad
eclesiástica desalentaba las
especulaciones acerca de cuándo iba a suceder, porque no se
podía saber y
además resultaba inquietante. La otra clase de tiempo era
secular, un legado de la Antigüedad
clásica. No era lineal sino
cíclico y
repetitivo. Reflejaba los movimientos regulares de los cuerpos
celestes, y
consistía en círculos interminables en los que todas las
cosas maduraban, se
deterioraban y perecían, igual que la vida humana. Según
esta concepción, sólo
el cielo era perfecto e inmutable, mientras que el cambio gobernaba en
la
tierra, el lugar del deterioro y la corrupción. Sólo a
corto plazo se podía
discernir el progreso, pero éste pronto cambiaría; la
esperanza en un futuro
terrenal era inconcebible, tanto para los individuos como para las
sociedades.
Los sucesos insólitos podían registrarse por orden
cronológico en forma de
anales, pero esta manera de manejar el pasado excluía los
misterios que habían
maravillado a San Agustín en sus Confesiones
y no alentaban la reflexión. (77) (…) Mientras tanto un ansia
creciente por las “novedades” sugería que
los cambios no siempre tenían que ser temibles, atribuidos a la
imperfección de
la naturaleza, o despreciados por ser incomprensibles obras del
destino. Los
sucesos interesantes recibieron pro primera vez el nombre de
“novedades! En el
siglo XVI…(80) LA LIBERACIÓN DEL COSMOS |