LA TRADUCCIÓN LITERARIA

Obra traducida: Un producto cultural original que arranca, sin duda, de un texto de partida y que, sin embargo, marca su propia “alteridad” portadora de un valor originario y al mismo tiempo de un valor autónomo.

Traducción: acto fundador de la transmisión cultural.

Cicerón: “traslación del texto”, manteniendo el pleno dominio sobre la composición, desde su cifra expresiva hasta la articulación del período y la armonización del contenido.

San Jerónimo: “No expresar palabra por palabra, sino reproducir integralmente el sentido original”

Los criterios que inducen a la reescritura están representados (conscientemente o no) por los dictámenes de la ideología del traductor, su campo cultural y la poética predominante en la época.

La idea de la fidelidad……¿literal? ¿del sentido?

La idea de la traducción como comprensión.

La finalidad ética del traductor consiste en “reconocer y recibir al Otro en cuanto Otro.

EN LA COMPARATÍSTICA LA TRADUCCIÓN LITERARIA ASUMIRÍA UNA PERSPECTIVA DE DIÁLOGO Y APERTURA MUCHO MÁS CERCANA A LAS TENDENCIAS CONTEMPORÁNEAS.

Borges: La escritura como tejido de entramados de la tradición literaria del pasado y del presente, y como devenir incesante, dentro del cual la traducción ocupa un papel central.

La traducción produce un efecto extraordinario: el rejuvenecimiento, la renovación, la revitalización y el renacimiento de las literaturas. Es la superación de toda forma de provincialismo, conservadurismo o chauvinismo.

 

LA TRADUCCIÓN DE FAUSTO

Preludio en el teatro

El poeta al director:

 

Rafael Cansinos Asséns (Aguilar)

¡Oh! No me hables de esa abigarrada muchedumbre, a cuya sola vista huye de nosotros el genio. Oculta a mis ojos esa encrespada turba, que contra nuestra voluntad nos arrastra al torbellino.


Augusto Bunge (Universidad de Buenos Aires)

¡No me hables de esa multitud informe

cuyo rumor la inspiración ahuyenta!

¡Vela a mis ojos su marea enorme

que nos arrastra al torbellino lenta!

 

Miguel Salmerón (Col. Austral)

No me hables de esa abigarrada multitud cuyo aspecto espanta al espíritu. Presérvame del ondulante flujo que, a nuestro pesar, nos empuja hacia el torbellino.

 

José María Valverde (Planeta, El Nacional)

¡No me hables de esa plebe abigarrada

a cuya vista el alma se me escapa;

no me hagas ver el ondulante acoso

que nos lleva al abismo a pesar nuestro.

 

Elisa Lenbach Romero (Edicominicación S.A)

¡Oh! No me hables de esa abigarrada muchedumbre, a cuya sola vista el alma se me escapa. Oculta de mis ojos  esa encrespada turba que contra nuestra voluntad nos arrastra al torbellino.

 

J. Roviralta Borrell (Panamericana Editorial)

¡Ah! No me hables de esa abigarrada turba, a cuyo aspecto huye de nosotros la inspiración. Aparta de mi vista la ondulante multitud, que a despecho nuestro nos arrastra al remolino.

PRIMERA PARTE       ESCENA XIV (bosque y cavernas) Fausto solo.

 

Rafael Cansinos Asséns

¡Oh espíritu excelso!, me diste, me otorgaste todo lo que te pedí. No en balde volviste mi rostro en medio del fuego. La espléndida Naturaleza dísteme como reino, y bríos para sentir, para gozar. No fría, pasmada vista me deparas ahora, pues me concedes mirar en su profundo pecho como en el de un amigo. Desfilar haces ante mí el tropel de los vivientes, y me enseñas a conocer a mis hermanos en el silente matorral, en el aire y el agua. Y cuando el huracán silba, y rechina el bosque, y los árboles gigantescos, dobléganse, postran en tierra ramas y troncos, que al caer llenan de un sordo trueno la oquedad del monte, tú, entonces, me conduces al seguro antro, me muestras a mí mismo y ábrense misteriosas, profundas maravillas en mi propio pecho.

 

Augusto Bunge (Universidad de Buenos Aires)

 ¡Todo me diste, Espíritu sublime!

¡Todo cuanto pedí! ¡Tu faz no en vano

Volviese hacia la mía entre las llamas!

Me otorgaste cual reino la soberbia

Naturaleza, y el poder sentirla

Y gozar de ella. No acordaste sólo

Admirarla cual frío visitante:

Puedo hundir la mirada en su hondo seno

Como en el pecho del mejor amigo.

Ante mis ojos desfilar hiciste

De los seres vivientes el cortejo,

Y a nombrar me enseñaste a mis hermanos

En la inquieta espesura, el aire, el agua.

Y cuando el huracán muge en el bosque

Y el pino gigantesco, en su caída,

Quiebra y rasga tonantes troncos, ramas,

Y el recrujir retumba en los collados,

Entonces me diriges al seguro

De la caverna, y en su paz me yergues

Frente a mi propio ser, y así en mi pecho

Develan su misterio hondos prodigios. (144)

 

Miguel Salmerón (Col. Austral)

Espíritu sublime, tú me has dado todo cuanto pedí. Tú no has hecho que volviera en vano mi rostro hacia el fuego. Me has dado a la magnífica naturaleza por reino y fuerza para sentirla y disfrutarla. No sólo me concedes una visita fría y pasiva. Me permites mirar en su hondo pecho como en el pecho de un amigo. Hacer pasar ante mí el conjunto de lo viviente y me enseñas a conocer a mis hermanos en tranquilas frondas, en el aire y en el agua. Y cuando en el bosque brama y gime la tormenta, cuando los enormes pinos, agitándose, aplastan y tumban las ramas y los troncos vecinos, cuando con su caída retumba sorda y hueca la colina, tú me llevas a una segura caverna y allí me muestras a mí mismo y se me desvelan los secretos prodigios de mi corazón.

 

José María Valverde (Planeta, El Nacional)

Espíritu sublime, tú me has dado

Cuanto te supliqué. No has vuelto en vano

Hacia mí tu semblante envuelto en fuego.

El mundo entero me has dado por reino

Y fuerzas para verlo y disfrutarlo.

No sólo una visita en frío pasmo

Me concedes, sino mirar en su hondo

Pecho como en el pecho de un amigo.

Haces que ante mí pasen en desfile

Cuanto vive, y me dejas ver hermanos

En la selva callada, el aire, el agua.

Y si en el bosque brama la tormenta,

Arrancando de cuajo enormes pinos,

Me llevas a una cueva en paz, y allí

Me muestras a mí mismo, y se me abren

Los secretos prodigios de mi pecho.



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