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WELLEK, RENE. CONCEPTOS DE CRÍTICA
LITERARIA. UCV.
Caracas, Venezuela, 1968. LA
CRISIS DE LA LITERATURA COMPARADA
La literatura comparada
tiene el inmenso mérito de combatir el falso aislamiento de las
historias
literarias nacionales. (211) Literatura
comparada y literatura general. Según Van Tieghem, la
literatura “comparada” está limitada al estudio de las
interrelaciones entre dos literaturas mientras que la
literatura “general” se interesa por los movimientos y modas que
arrastran tras
de sí a literaturas diferentes. Sin duda, esta distinción
es bastante
insostenible e impracticable. ¿Por qué debería
considerarse, pongamos por caso,
la influencia de Walter Scout en Francia como interés
específico de la
literatura “comparada” mientras que el estudio de la novela
histórica durante
la época romántica se considera tema propio de la
literatura “general”? ¿Por
qué debemos establecer distinciones entre un estudio de la
influencia de Byron
sobre Heine y un estudio del byronismo en Alemania? El intento por
reducir la
“literatura comparada” a un estudio de “comercio exterior” de las
literaturas
es, sin duda, infausto. La literatura comparada se convertiría,
por su campo de
estudio, en un conjunto incoherente de fragmentos no relacionados entre
sí: una
red de relaciones constantemente interrumpidas y desligadas de los
conjuntos de
significados. El comparatiste como comparatiste,
este estrecho sentido,
puede estudiar sólo orígenes e influencias, causas y
efectos, y estará
incapacitado para investigar una sola obra de arte en su totalidad
puesto que
ninguna obra puede ser reducida, por entero, a influencias
extrañas, o
considerada como un punto de irradiación de influencias,
sólo hacia países
extranjeros.(212) (…) El intento por separar
no sólo la materia de estudio sino también los
métodos de la literatura
comparada han fracasado aún más señaladamente. (…) Las obras de arte no son
simplemente sumas de fuentes e influencias: son totalidades en las que
las
materias primas procedentes de alguna otra parte dejan de ser materia
inerte y
son asimiladas a una nueva estructura. (213) La literatura comparada
surgió como una reacción contra el estrecho nacionalismo
de la mayor parte de
la investigación del siglo XIX, como una protesta contra el
aislacionismo de
numerosos historiadores de la literatura francesa, italiana, inglesa,
etc. A
menudo fue cultivada por hombres que se situaron a sí mismos en
los caminos
cruzados de dos naciones o, al menos, en las fronteras de una. Louis
Betz nació
en Nueva York, hijo de alemanes, y fue a Zürich a estudiar y a
enseñar.
Baldensperger era de origen escocés y pasó un año
decisivo en Zürich. Ernst
Robert Curtius era un alsaciano
convencido de la necesidad de un mejor entendimiento
germano-francés. Arturo
Farinelli, un italiano del Trento, entonces todavía “irredento”,
enseñó en
Innsbruck…(215) Se necesita una
reorientación total en cada una de estas tres orientaciones. La
demarcación
artificial entre la literatura “comparada” y la “general” debe
abandonarse.
Para cualquier estudio de la literatura que trascienda los
límites de una
literatura nacional, el término literatura “comparada” se ha
convertido en
término aceptado. Es inútil lamentar la gramática
del término e insistir en que
debe llamarse “el estudio comparado de la literatura” puesto que todo
el mundo
comprende el uso elíptico. Al menos en inglés el
término literatura “general”
no ha tenido aceptación. Posiblemente debido a que
todavía se mantiene su
antigua connotación referente a la poética y la
teoría. (…) No hay
nada de presuntuoso y ni de
arrogante en defender una mayor
movilidad y
universalidad ideal para nuestros estudios. (217) (…) Pero la verdadera
investigación literaria no se interesa por los hechos inertes
sino por los
valores y las calidades. Es por eso que no hay distinción alguna
entre la
historia y la crítica literaria. Hasta el problema más
sencillo de la historia
literaria requiere un acto de crítica. Hasta una
afirmación, como la de que
Racine influyó en Voltaire o de que Herder influyó en
Goethe, requiere, para
tener sentido, un conocimiento de las características de Racine
y de Voltaire,
de Herder y de Goethe y, por consiguiente, un conocimiento del contexto
de sus
tradiciones, una sostenida actividad de pesar, comparar, analizar y
discriminar
que es esencialmente crítica (218) La investigación
literaria
necesita, primordialmente, darse cuenta de la necesidad de definir su
campo de
estudio y su centro. Debe distinguirse del estudio de la historia de
las ideas
o de los conceptos y sentimientos religiosos y políticos que,
con frecuencia se
señalan como alternativas a los
estudios
literarios. Muchos hombres eminentes en la investigación
literaria y
particularmente en la literatura comparada no están
verdaderamente interesados
en la literatura sino, al contrario, en la historia de la
opinión pública, los
informes de viajeros, las ideas sobre el carácter nacional –en
resumen-, en la
historia de la cultura general. Amplían tan radicalmente el
concepto del
estudio literario que llegan a hacerlo idéntico a toda la
historia de la
humanidad. Pero la investigación literaria no adelantara nada,
desde el punto
de vista metodológico, a menos que decida estudiar a la
literatura como un
objeto distinto de las otras actividades y creaciones del hombre. (…) La obra de arte, he
argumentado, puede ser concebida como un estratificada estructura de
signos y
significados, la cual es totalmente distinta a los procesos mentales
del autor
que tuvieron lugar en el momento de su creación y, por
consiguiente, a las
influencias que pudieran haber dado forma a su espíritu. Existe lo que se ha llamado, correctamente,
un “salto ontológico” entre la psicología del autor y una
obra de arte, entre
la vida y la sociedad, por una parte, y el objeto estético. He
llamado “intrínseco” al estudio de
la obra de arte y “extrínseco”
al de sus relaciones con el espíritu del autor, con la sociedad,
etc. Sin
embargo, esta distinción no puede significar que deben ignorarse
las relaciones
genéticas o que el estudio intrínseco es un simple
formalismo o un esteticismo
irrelevante. Precisamente el cuidadosamente elaborado concepto de una
estratificada estructura de signos y significados intenta superar la
antigua
dicotomía de contenido y forma. Lo que comúnmente es
llamado “contenido” o “idea”
en una obra de arte, es incorporado a la estructura de la misma como
parte de
su “mundo” de sentidos proyectados. (219) (…) La única
concepción
correcta me parece es una decididamente “totalizante”, que considere a
la obra
de arte como una totalidad diversificada, como una estructura de
señales que,
no obstante, implica y requiere significados y valores. (…) Una vez que nos
apropiemos de la naturaleza del arte y de la poesía, de su
victoria sobre la
mortalidad y el destino humano, de su creación de un nuevo mundo
de la
imaginación, las vanidades nacionales desaparecerán. El
hombre, el hombre
universal, el hombre de todas partes y en todo momento, en toda su
variedad,
surge y la investigación deja de ser un pasatiempo de anticuario
(…) La
investigación literaria llega a ser un acto de la
imaginación, como el mismo
arte, y por consiguiente, una preservadora y creadora de los mas altos
valores
de la humanidad. (220) |