POÉTICA DE ARISTÓTELES
Versión directa, introducción y notas de Juan
David García Bacca
Universidad Central de Venezuela, 1982
LA "POÉTICA" COMO ARTE Y COMO TÉCNICA
1. En el libro
primero de los Metafísicos
(980, A. sqq.) señala Aristóteles una serie
ascendente de tipos de
conocimiento que parte del conocimiento sensible
(aisuhsi)),
pasa por el experimental o empírico (empeiria), sigue ascendiendo
por el técnico, llega al
conocimiento científico
(empeiria) para terminar
con la sabiduría (sofia).
Y en cada tipo
de conocimiento los actos
se eslabonan de una manera peculiar, que va desde los tipos, de
unión por asociación
casual, pasiva, propios del conocimiento en estado sensible, pasando
por
el tipo de unión característico del estadio
empírico del conocimiento, que es
unión por reglas, recetas, preceptos, subiendo al
tipo de unión propio
de la técnica, del que vamos a hablar inmediatamente,
para llegar al
tipo de conexión científica que es por
principios, causas y elementos, y
finalizar con el tipo especial de unión original de la sabiduría,
que es
por principios supremos y por causas supremas, no por elementos, y
dentro del
orden de las causas por la conexión de las causas eficiente y
final, que la
material y su correlativa la formal no dan sino conocimientos
científicos, no
del orden de la sabiduría.
¿Cuál
es el tipo de unión que presta la
técnica y que se descubre en el conocimiento técnico?
No es posible
determinarlo sin
distinguir previamente y con toda finura dos significaciones que
Aristóteles
mantiene vinculadas en la unidad de
palabra (texyh): técnica
y arte.
Técnica significa una
ordenación especial de actos y objetos cuya especialidad
consiste en ordenarlos
no por una razón o logos, sino por un fin del
orden de los fines
de utilidad. Así la técnica del
arquitecto consiste en ordenar una
serie de materiales, trabajarlos con una serie de actos, dirigidos
—serie de
actos y conjunto de materiales—, no por una razón o logos,
por
una serie de principios teóricos o ideas puras, sino por un
fin o un bien que
haga de fin a conseguir, y tal fin ha de ser precisamente en la
técnica un fin
de utilidad, o como decimos modernamente, un valor de
utilidad.
Vgr. el valor de una casa para resguardarse del frío y calor, el
valor de
comodidad, de intimidad, de ostentación social… Y tales valores
—comodidad,
defensa, ostentación... — son los que determinan los materiales
a emplear, el
orden de su colocación, el
plano
del arquitecto, el número y especie de los actos o acciones de
operarios y
calculadores. . . Orden que no tiene parecido alguno con el orden de
los
materiales que uno emplea, o se siente forzado a emplear, en una
demostración
matemática, en la construcción de una teoría
geométrica o sistema de acciones
en cuya estructura no entra jamás un fin o valor que
dirija el
orden y la selección de materiales y actos.
La
técnica no está, pues, dirigida por ideas,
sino por valores o fines de utilidad. Si en ella se emplean
ideas —fórmulas
matemáticas, principios geométricos, datos de la
física. . .—, todo ello hace
de medios para conseguir tal fin y realizar tal valor de
utilidad.
Por su parte: el
arte incluye,
parecidamente, un conjunto de actos sobre un conjunto de materiales a
los que
se impone un orden especial, no por ideas, sino por un valor
del tipo de
belleza.
Que cuando un
pintor se propone hacer un
cuadro toma los materiales y dispone sus actos —desde mezclar los
colores hasta
ponerlos en el lienzo— guiándose no por la idea de ser
natural, ni por
la idea de ser visible, ni por ninguna otra de las ciencias
físicas o
matemáticas, sino por un valor a realizar: a saber, el de belleza.
Y
este valor impone, es claro, un orden distinto y obliga a una
selección
especial de materiales, diversos de los actos y orden que se
emplearían para un
trabajo técnico, guiado por el valor de utilidad, en
sus diversas formas:
comodidad, economía, lujo, rendimiento.
En general: si
distinguimos entre fin
e idea, entre valor que haga de fin de
acciones prácticas e ideas
que hagan de guía de actos especulativos, habrá
que entender por técnica,
en el sentido amplísimo de la palabra, todo
conjunto de actos sobre
cualquiera material que estén ordenados por un fin o valor; y
por ciencia, en
sentido amplio de la palabra, todo conjunto de actos guiados por ideas
y sus
naturales conexiones.
Y
es claro que los valores o fines distintos imponen un
orden
original, radicalmente
diverso del
que señalan las ideas, y
cuya
organización heterogénea salta a la vista cuando se
pretende comparar una
casa, un cuadro, un teorema
matemático,
una máquina, una sinfonía, la teoría física
relativista.
Y
en virtud
de que tanto técnica como arte convienen
fundamentalmente en
imponer un orden regido por fines o valores —sean de utilidad, de expresión
individual, de belleza...—,
el
griego clásico designó todo ello con una sola palabra, texyh, que equivale,
pues, eminentemente a nuestros términos técnica y
arte juntos.
Pero no
sólo por estos motivos la unidad
del término estaba justificada, sino por otros dos cuando menos:
1. Para el
heleno clásico el valor supremo,
que hacía de fin de todas sus acciones, era
(kalokagauia), la
bondad-bella-de-ver, es decir: un
valor complejo
percibido unitariamente y compuesto de belleza y bondad, exteriores,
objeto deleitoso de contemplación para la sociedad, para la Polis.
Por este motivo
dirá Aristóteles (Poética,
cap. 2; 1448 A) que la imitación poética
está guiada por el imperativo de imitar a los
esforzados-y-buenos (que
ambas cosas significa esta palabra) y evitar la imitación de los
viles-y-malos
(palabra que junta entrambas significaciones), de modo que el valor
poético va
vinculado a lo moral, la belleza a la bondad. Por este motivo
los actos
característicos de cada virtud han de estar sometidos no
solamente al orden
especial que cada virtud impone a los actos específicos de ella
—que unos actos
y con un orden nos obliga a hacer la justicia y otros completamente
diversos la
amistad, unos el amor a la patria y otros el amor a la mujer. . .—,
sino al
imperativo de la belleza —con sus componentes de grandeza y orden
(Cf.
Poética, 1450 b), que sólo por la
confluencia de ambos imperativos y
simultánea realización de ellos el acto resultará bueno-y-bello
de ver,
de ostentarse ante la Polis.
En virtud de
esta fusión entre valor
moral y valor estético, entre bien y belleza, la
imitación —que, como veremos,
es la acción característica y original del poeta—
tiene que imitar caracteres,
palabra que, una vez más, significa unitariamente temperamento
y moralidad,
un componente anímico (temperamento) y otro moral
(moralidad, positiva o
negativa, virtud o vicio). Y exigirá Aristóteles que los
caracteres imitados
por la obra peculiar del poeta sean buenos
(Poética, 1454 a, 15 sq.).
No es posible,
por tanto, una arte
poética sin una arte moral, ni una técnica poética
independiente de una técnica
moral.
La
inseparabilidad, pues, entre valores
morales -en toda la amplitud de la palabra, que comprenda valores
sociales,
económicos, políticos, virtudes... — y valores
estéticos hace que no
pueda distinguir el heleno clásico entre técnica y arte,
asignando a la
técnica la función de
ordenar cosas y
actos por valores de cualquier orden
menos estético, y al arte el de ordenarlos por
valores estéticos.
2. Pero los
motivos de la indistinción
entre técnica y arte no paran aquí. Para
Aristóteles, altavoz fidelísimo en
esto de la mentalidad clásica griega, la técnica ocupa un
lugar medio dentro de
una escala de tipos de conocimiento, que va desde el
conocimiento
sensible, por el meramente empírico, pasa por el técnico,
asciende al
científico y culmina en el conocimiento por sabiduría.
El orden
impuesto por las ideas —peculiar
a la ciencia y a la sabiduría— es el límite y meta a que
debe tender el orden
impuesto por la técnica; y a la técnica debe
encaminarse la experiencia.
El orden impuesto por los valores, morales o estéticos,
debe ordenarse
una vez más según el orden de las ideas. No sin motivo
vital intimísimo dirá
toda la filosofía griega que la Sabiduría es la suprema
de las virtudes. Y
sostendrá que el malo lo es fundamentalmente por ignorante.
Técnica y
arte se unifican porque todos
—conocimiento sensitivo, empírico, técnico—
convergen necesariamente hacia la
Ciencia y la Sabiduría, y convergen tanto más cuanto
más cerca estén de Ciencia
y Sabiduría; caso de la técnica.
Y, en virtud de
esta convergencia y casi
contacto entre técnica y ciencia, la Poética
de Aristóteles
tenderá a una explicación racional del
fenómeno poético.
El plan de la
Poética es un plan
ontológico, en el sentido de que no
solamente estudia el ser de lo poético, sino en el más
concreto de que el logos o tipo
de explicación que de él da se hace por ideas, no
por valores o fines.
3.Colocándonos
en nuestro punto de vista
moderno se puede afirmar con pleno y concreto sentido que a toda arte
corresponde una técnica
que hace de fundamento
material suyo, pues le prepara la materia según ciertas
fórmulas o reglas para
que pueda hacer de lugar
de
aparición del fenómeno estrictamente
artístico. En efecto: el arte
musical tiene que
ir precedido de un estudio y dominio de la técnica musical
—instrumental, vocal...—, y el arte pictórico
presupone
dominio sobre la técnica pictórica —conocimientos
sobre colores,
preparación, leyes visuales. . . Podrá
ser que el aprendizaje técnico se haga en algunos casi
por instinto o
intuición genial, sin necesidad alguna de academias o escuelas,
pero, aun así,
siempre se requiere un dominio sobre la técnica, preliminar
a las faenas
estrictamente artísticas. Y no es raro que el demasiado dominio
de la técnica
conduzca a la esterilidad artística: al academicismo. Impecable,
correcto, preciso: son valores de dominio técnico que,
exagerados, matan
de raíz los valores artísticos.
Podemos definir
la técnica diciendo:
técnica es el sistema de actos —fórmulas,
recetas, reglas. . .— para
preparar el material propio de una arte. O como decía
la escolástica: recta
ratio factibilium: fórmulas de fabricación.
Hasta qué
límite y grado sea menester,
para llegar a grande artista, dominar la técnica, es asunto que
no pertenece a
la Introducción presente. Es claro, con todo, que
se requiere para ser
artista un mínimo de técnica, y que el máximo de
técnica es un peligro para lo
artístico.
Ahora bien: lo
técnico, estrictamente
tomado, se presta mejor que lo artístico a ser examinado por la
razón, pues
incluye fórmulas, recetas, normas, expresables en proposiciones;
puede
recopilarse en tratados, en sistemas de preceptos, hasta en "teorías";
dar origen a escuelas, a tipos de composición
—como sonata,
sinfonía. ..
En cambio;
lo estrictamente artístico, lo imprevisible
según las leyes naturales
del material, y lo incalculable según las reglas
mismas de la técnica, no
se presta a tratamiento racional alguno.
Y como la Poética de Aristóteles
está dirigida secretamente por
el racionalismo griego, de ahí que trate fundamentalmente de la técnica
poética
y no del arte poético.
Es claro, pues,
que la unidad del
término griego texyh (Techne)
se debe, por nuevo motivo, a que de los dos componentes nuestros,
perfectamente
separados por la evolución histórica: técnica y
arte, domina el técnico.
La Poética
de Aristóteles habría,
pues, de ser llamada Técnica poética, Y en
efecto: casi no incluye más
que estructuras racionales: definiciones, divisiones,
clasificaciones, juicios
de valor, preceptos, escarmientos a tenor de los preceptos,
problemas y dificultades
técnicas, objeciones racionales. ..
De la Poética
de Aristóteles a
esas Retóricas y Preceptivas literarias al uso
—llenas de reglas,
preceptos, avisos, prohibiciones, figuras clasificadas—, no hay sino un
paso.
Veremos en sus
lugares respectivos de
qué tremendas limitaciones sufre la Poética de
Aristóteles por ser más
que arte poética técnica poética.
Pero dejemos
bien sentado este su carácter predominante de técnica.
<>
>
<>LA OPERACIÓN
PROPIA Y CARACTERÍSTICA DE LA
"POÉTICA"
EN CUANTO TÉCNICA>
Precisamente
porque la Poética de
Aristóteles nos ofrece en forma de proposiciones lo que de técnica
había
encerrado en las obras poéticas, más o menos
artísticas de la Grecia clásica,
es posible seguir el hilo conductor de las ideas que constituyen el
esqueleto
de esta obra de Aristóteles.
En los libros
sobre Física contrapone
Aristóteles dos tipos de seres: 1,
los que proceden de la naturaleza; y 2, los
que se originan de la técnica; y enumera entre los
primeros a los vivientes, y entre los segundos a cosas artificiales en
cuanto
tales, como un lecho, un vestido (Cf. Fís.
B, 192 b).
Es claro que las
obras de arte
pertenecen a este segundo tipo, que no nacen poemas, ni epopeyas, ni
tragedias
como nacen árboles u hombres.
Para colocar,
pues, exactamente en su
lugar dentro del sistema de Aristóteles a su Poética es
preciso tener
bien fija la mirada en los seres que para él representaban el
tipo primario de
realidad, pues, solamente respecto de ella, las cosas artificiales
serán
productos artificiales, o, en algunos casos, artísticos.
<>La escala: natural,
artificial,
artístico va a guiar nuestras consideraciones.>
<>
>
<>1.
Ser natural. Según
Aristóteles, una cosa será ser natural cuando "tenga
en sí misma el
principio de movimiento", "sea ella misma causa de comenzar a moverse
y pararse", y "posea como ¡mato un cierto ímpetu
o impulso de
transformarse".>
<>
>
<>Y
Aristóteles recarga la definición de naturaleza
con toda clase de
partículas y aspectos que indiquen intimidad, origen
intrínseco de movimiento,
propiedad, arranque espontáneo interior, cese intrínseco,
que por eso dice: "naturaleza
es principio de algo y causa de moverse y detenerse, y es principio y
causa de
todo ello en aquel en quien primariamente se halle como principio
intrínseco, y
lo es por sí misma y no por accidente" (Ibid. 192 b, 20
sq.).>
.Claro que no
todo 1o de todas las cosas
del mundo en que nos hallamos es natural; pero en toda cosa natural
se
da siempre un principio y causa intrínsecos de que procede un
cierto cambio o
movimiento; y procede de sí, sin causa externa, y se origina
espontáneamente,
por un ímpetu interior, por arranque espontáneo.
De modo que,
apurando las definiciones,
una cosa será natural cuando
tenga intrínsecas las cuatro causas: eficiente, final, material
y formal. Y lo
será en la medida en que las tenga intrínsecas.
Una causa
material, como la
semilla respecto del árbol, será causa material, natural
cuando la misma
causa material tenga en sí misma y por sí misma.un cierto
principio y
causa para un cierto movimiento o transformación, de
modo que en
virtud de ese ímpetu intrínseco e innato —peculiar, a
toda cosa natural, que
lo sea de verdad y no de mentirijillas— pasará del estado de
potencia al estado
de acto, y tal paso se hará sin causas externas, propiamente
tales, por
intrínseca transformación, que para algo es causa
material natural, y no
es causa material artificial como el leño respecto de los
muebles, como el
mármol respecto de la estatua. Que, respecto de las formas de
mueble y estatua,
ni leño ni mármol sienten un ímpetu
intrínseco a darse semejantes formas; y sí
lo tienen la semilla respecto del árbol, y la piedra respecto de
la superficie
de la tierra. (Que el movimiento de caída de los cuerpos se
verifica, según
Aristóteles, sin causa externa, por sola la naturaleza de los
objetos, dejados
a sí mismos).
Y una causa
material natural se
denomina en Aristóteles, poder; y cuando tal poder se
haya desarrollado
por sí mismo y haya llegado a plenitud, se denominará
causa formal natural; y
se dice que tal causa material natural está en estado de acto,
de modo
que, según la genuina doctrina aristotélica —no
según su interpretación
escolástica, deformada por las necesidades
teológicas de admitir un concurso
divino universal en todos los órdenes de causa—, la potencia y
el acto no son
dos seres, complementarios, sino dos estados del mismo ser,
cuando se
trata de un ser natural, y, en especial, de una causa material natural.
A su vez: ese
mismo intrínseco e innato
ímpetu por el que una causa material natural pasa del
estado de poder al
de acto es un cierto principio y una manera de causa, a saber: causa
eficiente, de manera que un ser natural es causa eficiente de
algunos
cambios y movimientos suyos: de los naturales.
Y como el paso
del estado de potencia al
estado de acto se verifica según y conforme a la naturaleza o
esencia de las
cosas naturales, toda cosa natural, en cuanto natural, tendrá
intrínseca su
causa final, pues la evolución impuesta por el
ímpetu natural
sigue los estados y pasos que llevan al estado de acto, que es
el estado
final y al que se ordena el de potencia.
De modo que, en
resumen, un ser natural,
en cuanto tal, posee intrínsecamente las cuatro causas:
eficiente, final,
material y formal. " Un ser natural es lo que es de sí mismo,
por sí
mismo, en sí mismo y para sí mismo.
Ejemplos: todos
los vivientes, en cuanto
tales. Y de los no vivientes todos aquellos que poseen un movimiento natural;
como lo son, en la teoría antigua, los cuerpos
elementales: agua, aire,
tierra, fuego, éter. Cada uno tiene su peculiar clase de
movimiento, y para
moverse según él —hacía arriba, hacia abajo,
circularmente...— no hace falta
ninguna causa externa, sino simplemente que se los deje a su natural.
La física
galileana sostendrá
parecidamente, siguiendo estas ideas, que hay un movimiento natural,
a
saber: el inercial que no necesita causas, que, una vez
comenzado,
perdura indefinidamente. 'Y la física moderna admitirá
que todo movimiento geodésico
se hace sin fuerzas, es decir:; sin causas
eficientes físicas.
2. Ser-
artificial. Un ser artificial
se caracterizará, dentro del sistema
aristotélico, por una cierta
desvinculación de las cuatro causas. El que un conjunto de
maderas llegue a
tener la forma de mesa es efecto que no proviene del ímpetu
innato o natural de
la naturaleza misma de la madera; por tanto, tal efecto requiere una
causa
aparte y distinta de la causa material y formal, y de los
ímpetus o eficiencias
naturales de la madera. Nos encontramos en este vulgar caso ante uno de
desvinculación de la causa eficiente y su efecto frente a la
causa material.
Y la escala de
innaturalidad o
artificialidad puede admitir muchos grados. El agua tiende a descender
naturalmente al nivel más bajo posible y por el camino
más breve —ley de
mínimo—; su energía se emplea, mientras se la deja a su
natural curso, en
descender lo más de prisa posible y llegar cuanto antes a la
posición de
equilibrio máximo, de energía potencial mínima;
pero si se la hace pasar,
mediante un artilugio o mecanismo, por una rueda, por una turbina,
parte de su
energía natural se separará en cierta manera de la masa
del agua y se empleará
—ahora en forma de causa eficiente, de fuerza física— en mover
un dispositivo
artificial, en producir efectos que no son los que naturalmente
produciría el
agua dejada a su curso natural.
Una vulgar rueda
de paletas ha operado
una desvinculación de cierta parte de la causalidad eficiente o
energía de
movimiento del agua en caída y la ha empleado, como fuerza pura
y simple, para
efectos no naturales.
Una vulgar pila
eléctrica opera parecida
disociación de la energía eléctrica, en
estado implícito, casi de
fusión con el material de los elementos de la pila; el
dispositivo de tal
aparato, evidentemente artificial, desvincula una cierta fuerza
física o causa
eficiente de su causa material o materia natural en que se halla por
modo
virtual e implícito en estado natural.
Una
máquina complicada —por ejemplo, un
aparato de radio, una máquina de vapor— es una cosa
física en que todas las
causas —material, formal, eficiente y final— se hallan en estado
innatural o
artificial. Ni la forma de la máquina es natural —que
ha tenido que ser
inventada y no tiene esencia sino plan o plano—, ni
el material
está en su natural estado, sino que ha sido
diversamente trabajado, unido
con objetos extraños, remachado, soldado, clavado y unido
artificialmente,
acoplado con cosas naturalmente separadas y sin conexión, y el
orden entre las
partes de la máquina no ha m sido
impuesto según una finalidad natural, cual las partes de un
árbol, sino por un
valor económico, social, prefijado por necesidades humanas
de industria, de
comercio, de vida social...; y las ' causas eficientes o
fuerzas que
mueven tal dispositivo o artefacto no son tampoco naturales en estado
natural»'
sino artificiales, separadas más o menos violentamente de su
natural estado de
fusión con su propia materia —así corriente
eléctrica, energía mecánica
transmitida...
Máquina, pues, es, desde
nuestro punto de vista, un artefacto en que se desvinculan y se emplean
desvinculadas las cuatro causas: material, desvinculada de la formal, y
material y formal desvinculadas de la eficiente y final, tal como
se hallan en
su estado natural.
Entre artefactos
que desvinculan una
sola causa, y artefactos que desvinculan las cuatro, caben
evidentemente muchos
tipos intermedios de cosas artificiales, que no hemos de
estudiar aquí.
Pues bien: la
significación estricta de
la palabra poieiy en
griego (…) es precisamente la de producción artificial.
Poeta es, por
tanto, artífice; y toda obra poética es,
parecidamente, algo artificial.
Por de pronto es evidente que no nacen poesías o
poemas como nacen árboles
u hombres.
La
artificialidad de la poesía consistirá,
en una de sus dimensiones, en trabajar según un plan no
natural ese
material natural que se denomina aire —o piedras, bronce,
papel.. .—, y
en hacer trabajar según un plan, que no es el natural
fisiológico, a
ciertos órganos del cuerpo humano.
La
poesía, los poemas, el poeta en
cuanto tales, son cosas artificiales en grado mayor o menor.
Y partes
elementales, artificiales siempre,
de la poesía serán las que Aristóteles enumera en
el capítulo de la Dicción o
Elocución: letra, vocal, semivocal, muda,
sílaba, articulación,
conjunción, nombre, verbo..., etc.
La poesía
y los poemas se asientan,
pues, necesariamente sobre una base artificial, sobre objetos
de técnica,
técnicamente fabricados según un plan, invención
del hombre, y no
según las esencias o naturalezas de las cosas.
Aristóteles
estudiará esta base técnica
o artificial de la Poética el capítulo 1,
señalando ritmo, armonía y
palabra como elementos artificiales, de invención humana, en que
pueden
aparecerse unos fenómenos peculiarísimos que serán
los entes artísticos, innaturales
en segunda potencia al menos, fundamentados inmediatamente sobre lo
artificial,
remotamente sobre lo natural; en el cap. 2, señalará como
objetos propios de la
reproducción imitativa del Poeta las acciones de los buenos
y de los malos,
es decir: las acciones morales, cosas que,
evidentemente, no nacen
en el hombre según esencia y por natural necesidad —que
en este caso no
fueran morales—, sino según un plan prefijado por
ciertos valores,
fines, normas, que el hombre, en cuanto ser sobre- natural se
ha fijado
para libertarse de la naturaleza y vencerla, desvinculando en provecho
propio
ciertas causas naturales. Y en el cap. 3, señalará maneras
de reproducir
las cosas naturales sin someterse a las maneras con que naturalmente se
producen. Por ejemplo, reproducir narrando lo que pasó
no en forma
narrativa sino efectiva; presentar los hombres como actores,
gerentes y
empresarios de una acción o gesta, cuando, en la
realidad, ni intentaron
ser tales, sino que les sucedió tal cosa revuelta y
enmarañada con mil otras,
sin darle ellos la importancia y resalte que el poeta les da —que
así de la
energía del agua al caer indiferentemente saca el técnico
fuerza mecánica o
eléctrica explícita y directamente aprovechable—, o
reproducen los actos de una
persona en otra —así en el teatro los actores
representan las acciones
de Edipo, de Prometeo, de Orestes, de Ifigenia... sin ser ellos
personalmente,
naturalmente, tales personas. . . Todo ello entra, evidentemente, en el
dominio
de lo artificial; y sin un conjunto bien determinado de técnicas
no
fuera posible obra alguna poética, y en general: sin lo
artificial no es
posible lo artístico, que esto se asienta inmediatamente sobre
aquello.
Cuando, pues, en
el cap. 4 habla
Aristóteles de los orígenes de la poesía,
y dice que son dos y
los dos naturales, hay que notar lo siguiente:
1.
Por poesía ha de entenderse no precisa o
exclusivamente las
producciones en materia o sobre cañamazo de palabras —sobre aire
diversamente
modulado y elaborado—, sino toda producción artística —
de estatuaria,
pintura...
2.
Que habla de causas naturales —a saber, de la
tendencia humana
a
imitar o
reproducir
imitativamente, complacencia en
la contemplación de lo
imitado 0 reproducido, placer humano de aprender.
Pero comencemos notando, entre otros puntos, que habla de la
naturaleza del
hombre en cuanto distinto de los demás animales; es decir: en
cuanto ser no
natural, superior a las directivas anatómicas y
fisiológicas, separado de
todos los demás seres naturales por su diferencia
específica; y tan separado
que la racionalidad, raíz de sus diferencias y distinciones,
está integrada de
dos elementos: del entendimiento agente, que mejor
traduciríamos, según
lo dicho, por entendimiento poético, entendimiento-artífice,
y el
entendimiento pasivo. El entendimiento poético o
artífice opera una
desvinculación en el natural complejo de las causas material y
formal, porque
separa, por las abstracciones, la forma, y le da el
estado de idea;
separa, pues, de cierta manera causa material y formal, siendo, por
tanto, las
ideas en cuanto tales, invenciones y productos artificiales del
hombre.
De ahí que el entendimiento productor de tales efectos se llame
entendimiento poético;
(...). El entendimiento fundamental es, pues, actor o poeta.
Y
por él se distingue y diferencia el hombre de todos los
demás seres naturales.
Así que al decir Aristóteles que las causas de la
poesía son naturales hay que
entenderlo "cum grano salis", porque si bien es verdad que en
un cierto sentido el hombre es naturalmente inteligente y
racional, por
esta naturalidad de segunda potencia se eleva sobre la
naturalidad de primera
potencia de las cosas simplemente naturales.
El hombre en
cuanto animal —por
su género próximo—, es ciertamente ser natural, como los
demás animales y en su
mismo grado; pero por su diferencia específica: racional,
inteligente, es ser
sobrenatural, trascendente como decimos ahora, o poeta y actor,
en
términos de Aristóteles.
3. Las
operaciones de imitar, aprender,
deleites específicos originados de imitar y aprender son, en
rigor, operaciones
artificiales, invenciones innaturales del hombre en cuanto por su
diferencia es
cosa no natural, trascendente.
Y en este mismo
pasaje —1448 b 5— deja
caer Aristóteles una palabra que pudiera darnos la clave de su
pensamiento:
innato, casi injertado. E innato y natural no
son, ni de
lejos, lo mismo. No cabe aquí meterse sutilmente a
distinguirlos, pero las
metáforas de injertado, sembrado, inoculado, ínsito nos
dan de por sí a
entender que cabe un cierto parasitismo, una vida a expensas y
en la
despensa de otra vida, inferior o superior —recuérdese la
teoría teológica de
la gracia santificante—, y que tal vez la vida intelectual del hombre
se
asemeje más a una vida que vive parásita de otra inferior
—género animal—, o a
germen de vida superior que va chupando la vida inferior y
terminará por reabsorberla
y trocarla de especie, lo que no pasa a un órgano natural de una
vida unitaria
entitativamente, como parece serlo la de los animales puros y simples.
Pero, en fin,
estas cuestiones rebasan
el plan de la Poética.
Así,
pues, como una vulgar pila eléctrica pone
en estado libre, en forma de
corriente,
la electricidad que en los
elementos se hallaba implicada y fundida con su natural
material, de
parecida .manera la acción de imitar opera
una cierta desvinculación en las
cosas naturales y nos deja sueltos y como subsistentes en sí
—lejos, bien lejos
del material natural en que suelen naturalmente producirse— acciones,
hechos,
caracteres y otros objetos de fabricación artificial y
artística que serán los
objetos propios y los productos peculiares de la Poética.
Antes, con todo,
de estudiar la
operación imitar como causa especialísima de las
obras artísticas en
cuanto tales, y en cuanto productos superiores y fundamentados sobre
los artificiales,
es preciso que redondeemos el concepto de artificial para
delimitar
así exactamente los dominios de la técnica, y de
su operación propia que
es la de reproducir, frente a los del arte y su
operación
peculiar que es la imitación.
En los objetos
artificiales se da,
ciertamente, una desvinculación o aislamiento antinatural
de alguna o varias
de las cuatro causas, pero las que intervienen lo hacen siempre .con
operaciones reales, haciendo cada una lo que es. Así,
aunque una máquina
sea una cosa artificial en que las operaciones peculiares, de ella
—convertir
las ondas en sonido, convertir la energía calorífica en
mecánica. . .— no
provengan de la esencia y contextura misma de sus partes, como en los
seres
naturales, con todo las acciones que produce son reales, y las
fuerzas que en
los entes artificiales actúan son bien reales y producen efectos
reales. La
corriente eléctrica que procede de una pila da sacudidas, mueve
agujas, produce
luz, a pesar de que la pila es una cosa artificial; y las
ondas
electromagnéticas captadas por un ente tan artificial como
es un aparato de
radio no se espantan de su artificialidad' sino que producen los mismos
reales
efectos que si fuera un ente natural. Y el movimiento producido
por la energía
calorífica del vapor no deja de producirlo, porque se haya
sometido al vapor de
agua a las condiciones artificiales de una locomotora.
Y aunque la
forma de un cuchillo sea
artificial no por eso el acero deja de cortar, y a pesar de que la
forma de
hélice o tornillo no sea la que la naturaleza da
espontáneamente al hierro, ni
en estado amorfo ni en ningún otro, sin embargo no por eso deja
de quedar bien
atornillada la cosa que con tornillos se asegure.
Es decir: en una
cosa artificial la
artificialidad desvincula ciertamente la conexión natural que
entre las cuatro
causas rige en los entes naturales, pero no se pierde nada de los
efectos reales
de las causas, aunque se hallen y tengan que obrar en
condiciones
artificiales.
Por el
contrario: en un cuadro está de
alguna manera presente el calor de una hoguera pintada, pero tal calor,
evidentemente fuera de las condiciones naturales en que el fuego
existe, no
calienta en modo alguno; y los ojos pintados no ven, ni el árbol
pintado crece
y vive...; y todo esto sucede no porque las condiciones de un cuadro
sean
artificiales —que también lo son las de una máquina, y
sin embargo las causas
naturales, aun en tales condiciones innaturales, obran realmente
cada
una a su manera —, sino por otro motivo radicalmente distinto.
En un cuadro los
colores, sacados
artificialmente de los lugares o cosas en que naturalmente se producen,
continúan siendo visibles; y por este criterio el cuadro, en
cuanto visible, es
un objeto artificial; pero incluye una dimensión
de irrealidad, porque
ninguna de las cosas representadas por los colores, propiamente y
realmente visibles,
hace lo que es: ni el lobo se come al cordero,
ni los objetos
gravitan, ni la luz alumbra y da calor. ..
Digamos, pues,
que la medida de lo artístico
en una obra estará dada por el número de
elementos reales cuyos objetos
representados por ellos no hagan efectos reales, los que hicieran
de hallarse
en un mundo natural o en uno artificial.
Lo
artístico opera, por tanto, una más
radical desvinculación óntica que lo artificial, porque
lo artístico hace que
una cosa quede reducida a su pura presentación, sin ser
realmente lo que
parece y sin hacer lo que según su ser debiera.
Lo
artístico desvincula aparición y
realidad, ser y verdad. Los objetos presentes en un cuadro no son
en
realidad de verdad; pero no por eso dejan de ser bien visibles; y
aún más perfilada
y característicamente visibles y recognoscibles que en
su mundo natural
o artificial.
Parecería,
colocados en plan
estrictamente ontológico —del ser en cuanto ser—, que la
expresión alegre,
triste, severa, majestuosa, burlona, religiosa, extática,
hipócrita. . . de un
rostro humano no pudiera aparecer sino en un hombre real, como
accidente
suyo, es decir: como ser de ser. Y sin embargo tales
expresiones, accidentes
al parecer los más sutiles y dependientes, se aparecen mejor o
tan bien en una
estatua o en un cuadro como en el rostro humano, a pesar de que en
éste se
hallan en su causa material, formal, eficiente y final
propias, y en un
cuadro la expresión de un rostro no nace ni del material, ni la
hacen la
actividad y propiedades reales del material, ni se hace para expresar
algo de lo real que de base le sirve; la expresión de un rostro
está en un
cuadro o estatua como accidente sin su sustancia natural, reducido a
pura y
simple presencia, a fenómeno, a pariencial,
Y parecidamente:
la tristeza, cuando se
produce en plan natural, surge en un viviente con alma
sensitiva,
proviene de determinadas causas reales —fisiológicas o no— y
denota, cual
accidente real, algo que al sujeto real le está pasando; es
decir: la tristeza
real proviene de las Cuatro causas reales que rigen en el orden del
ser. En
cambio: cuando decimos que tal pasaje o tal otro de una sonata de
Beethoven
expresa la tristeza de una despedida, "das Lebewohl", tal
tristeza no lo es de nadie, ni nace en nadie, ni procede cual accidente
del
material sonoro, ni proviene de ninguna de las propiedades reales
de las
cuerdas del piano, ni es tristeza que entristezca al instrumento
en su
realidad, como realmente nos entristece nuestra tristeza, sino que tal
tristeza
está reducida, por hablar así, a puro pariencial, a
tristeza subsistente.
Pero el caso
superlativo en este punto lo constituye el medio real que llamamos aire.
En
la palabra pueden aparecerse todas las cosas: reales, ideales,
materiales, espirituales, vivientes, inanimadas, colores, sonidos,
obras de
arte, pasiones. . ., sin hacer lo que son en
sí mismas. Y en
nuestra palabra, ser real, está presente de alguna
manera Dios y sus
atributos, el alma y sus propiedades, y lo están las obras de
arte cuando de
ellas hablamos, y los sucesos pasados y aun los futuros, las ciencias y
sus
teoremas, las pasiones y sus tumultos.
La cantidad de
cosas que en la palabra
—hablada o escrita— están tan sólo presentes sin
hacer lo que son
llega a su máximo. Y por este motivo la palabra es el
lugar propio para las
producciones artísticas.
Es claro,
además, que esta cualidad de
ser lugar sistemático y propio para las puras apariciones de
las cosas,
su poder artístico, se asienta inmediatamente sobre una
elaboración artificial
del sonido, 7 no sobre la natural en estado natural.
Y ahora podemos
resumir en una frase las
diferencias entre artificial, artístico y natural.
Natural: es todo lo que
procede y es en virtud de las cuatro causas: eficiente, final, material
y
formal, formando un nudo real, implicadas unas con otras,
dando una
unidad real. Y en este sentido lo natural coincide con el orden ortológico,
en
su acepción clásica. Lo natural tiene esencia, prefijada
y garantizada
por las causas material y formal, o por la formal sola en ciertos seres
privilegiados.
Aquí cada
cosa hace lo que es.
<>Artificial: lo
artificial es una modificación de lo natural, en virtud de lo
cual se
desvinculan las cuatro causas, o algunas de ellas; de modo que la forma
del
objeto no procede de una causa eficiente que sea su causa
eficiente, o
la materia recibe una forma que no es su forma, o el orden de
las partes
de una cosa no es el que señalaría su esencia sino el que
determina el plan o
plano del arquitecto o constructor.>
En lo artificial
todo lo que interviene
es realmente, más no hace su obra según su tipo
de ser, sino en
desconectación con las demás causas del ser en estado
natural.
<>Artístico: pura
presencia, pariencial subsistente, en que las cosas parecen ser y no
son, ni
obran según lo que son.>
3. Ser
artístico y operación
artística. Para poder precisar las ideas designemos por la
palabra "reproducción"
todas aquellas acciones que vuelven a producir lo natural en
otro plano, es
decir: que transforman lo natural en artificial.
Y esta faena reproductora,
de re-creación de lo natural
podrá ir, desde modular el aire que espiramos no según el
ritmo de la
respiración fisiológica, sino según ciertas
direcciones del mismo al salir de
los pulmones —según hacia donde lo proyectemos, dice
Aristóteles, Poética,
1456 b 25 sq.—, hasta construir una máquina que nos
dé aisladas fuerzas que
en estado natural estaban fundidas con los cuerpos mismos.
Y
entendamos por imitar aquel conjunto de acciones
que transforman
lo artificial en artístico; es decir: el ser y
sus operaciones
reales, en ser de
pura presencia, en acciones
indicadas y jamás realizadas ni
realizables.
Imitar, por tanto, no
significa primariamente ponerse a copiar un original,
ajustándose lo más
posible a él —que en este plan la mejor imitación fuera
por generación dentro
de la misma especie, por reproducción biológica—.
sino darle un nuevo
ser en que no tenga ya que ser real y realizar u obrar según
su
tipo de ser real.
Será,
pues, imitación toda acción
cuyo efecto sea una pura presencialización.
Y así
todo conjunto de acciones que
presenten un cierto objeto, de manera que no sea ser real y obre
realmente,
es decir: esté desconectado del
mundo
natural y artificial, será imitación, aunque, al pie de
la letra, no copie a
nadie, por ser tal objeto original y nunca visto, original
y
nunca oído, como una sinfonía o sonata.
Y
el marco, o los silencios inicial y final, tienen esa
faena de indicar
que lo que dentro de ellos cae está causalmente desligado de
todo el universo
real —que los hombres representados dentro de un cuadro no forman
sociedad real
con nosotros, que las casas pintadas no tienen que constar en el
catastro y
pagar en cuanto tales contribución, ni los campos o mares
pintados tienen que
entrar en geografía ninguna ni en disputas de fronteras
jurídicas. . .
4. Sentido
de mimesis en
Aristóteles. Mimesis significa en Aristóteles
conjuntamente reproducción
imitativa, es decir: una síntesis de acciones
artificiales y artísticas,
de modo que las artificiales se ordenen a las artísticas y. en
ellas llegue la
obra a su término poético.
Y
en este sentido son igualmente poetas los
pintores, escultores,
músicos y literatos; y Aristóteles aplica su
teoría a pintores, a escultores, a
músicos…aunque se dilate complacientemente en las producciones
literarias (Cf. Poética,
cap. i, 15, 20; cap. ir, 5; cap. vi, 25, donde llama a Zeuxis
y Polignoto poetas).
No define
Aristóteles explícitamente en parte alguna qué
deba entenderse por mimesis y
por poiesis; pero
del
contexto puede sacarse con relativa seguridad.
La
interpretación propuesta se basa en
dos conceptos perfectamente diferenciados en nuestros días:
los de artificial
y artístico.
Téngase,
por fin, presente que artístico
no equivale ni muchísimo menos, a bello. Podrá
haber cosas artísticas
que no tengan la cualidad de bellas; y no fuera desacertado decir
-así en
conjunto, y con ligeras reservas— que todo el estilo cubista cae dentro
de la
categoría de artístico y está casi totalmente
privado de la calidad de bello.
Pero determinar en concreto qué obras son exclusiva o
.predominantemente
artísticas y cuáles otras bellas, es asunto que no nos
corresponde tratar aquí.
La Poética
de Aristóteles no es
tampoco un tratado sobre la "belleza literaria" o sobre las
condiciones para que una obra literaria sea bella, sino un tratado
sobre las
condiciones que hacen posible una obra literaria artística, y
secundariamente bajo qué condiciones será técnica,
en el sentido de
artificial, de artificios especiales que se emplean para las obras
poéticas,
diferentes de los artilugios, artefactos o aparatos que se emplean para
obras
de carácter técnico, en sentido corriente: para una casa,
para una máquina...
En nuestra
traducción hemos empleado la
frase reproducción imitativa, reproducción por
imitación, imitación y
reproducción para verter el doble sentido de la palabra
aristotélica, fuera de
los casos en que se loma esta palabra en sentido amplio y no estricto.
Que el problema
de la Poética esté
colocado en plan de estudio de los artificios técnicos
ordenados y
eficaces para la presentación artística de los
objetos, y no para una
presentación artística y bella a la vez, se
conocerá, entre otros detalles que
iremos notando, porque el término mismo de belleza sólo
aparece una vez
a lo largo de lo que de esta obra se nos ha conservado (1450 b 37); y
jamás
como punto de vista básico.
Además:
el plan de la Poética, tal
como lo esboza Aristóteles al comienzo mismo de la obra (1447
a), incluye
solamente los aspectos de qué es la Poética, sus
especies de obras, su
peculiar virtud, modo de componer las tramas, argumentos o intrigas, "si
se quiere que la obra poética sea bella"; y como a lo largo de la obra
no se plantea jamás el problema de bajo qué condiciones
especiales o
suplementarias la obra poética será bella, se sigue que
la belleza sobreviene
automática y necesariamente si se ponen las condiciones para que
una obra sea artística.
Sólo en
nuestros tiempos
la filosofía comenzará
a distinguir entre arte y belleza, y señalar valores
exclusivamente artísticos
que no caen dentro de la esfera de lo bello. Pero en Aristóteles
y los griegos
clásicos arte y belleza van fundidos, no belleza y
técnica, estrictamente
tomadas.
La
operación mimesis incluye, por
tanto, desde nuestro punto moderno de vista: 1, operaciones técnicas,
artificios
peculiares; 2, operaciones artísticas.
Y vamos a
disponer bajo este orden nuestras consideraciones acerca de la Poética
y
su contenido, no sin haber, antes dilucidado un cuarto punto.